Me refiero a las mareas blancas (o verdes) que desde hace cierto tiempo vienen proliferando en Andalucía. Esta semana incluso en Almería, aunque solo testimonialmente por el número de participantes,viendo la respuesta en otras provincias andaluzas. El objetivo fundamental de las mismas es defender el nivel de la sanidad pública en nuestra comunidad, tratando de homologarla con la del resto de comunidades españolas, con una evidente degradación hasta el extremo de llegar a sensibilizar a un sector importante de la población, incluso en provincias habitualmente apáticas para las movilizaciones.
Es obvio que la gestión de la sanidad, la buena o mala gestión, tiene mucho que ver con el resultado final del producto que se nos ofrece a los andaluces, últimamente deteriorado. La primera consecuencia de la pésima gestión ha sido la ¿dimisión? esta semana del viceconsejero de Salud de la Junta y del gerente del Servicio Andaluz de Salud (SAS), no solamente como primeros responsables del actual estado de cosas sino también por la torpeza y la soberbia a la hora de la gestión de la actual crisis. Lo sorprendente es que no haya seguido el mismo camino el consejero, el señor Alonso.
La actividad política sobre este tema en el Parlamento también ha estado llena de sorpresas. La oposición en pleno ha planteado un debate monográfico sobre la cuestión, desestimado por el voto decisivo de Ciudadanos en connivencia con el PSOE, lo que ha impedido la comparecencia de la presidenta obligada a dar la cara y muchas explicaciones a los andaluces. La actitud de Ciudadanos es incomprensible y solo han permitido la comparecencia, esta semana, del consejero que no ha conseguido convencer a nadie con sus explicaciones. No parece de recibo que Ciudadanos, también en esto, haya actuado de bastón a la incompetencia de la Junta. La comparecencia del consejero no ha convencido a nadie, ni siquiera a la presidenta que abandonó el Parlamento al poco tiempo de iniciar su intervención el señor Alonso. Este parece ser el interés que la presidenta tiene en el tema por importantes que pudieran ser sus obligaciones. Acaso está más preocupada por sus problemas personales dentro de su partido.
Es indudable que la sanidad andaluza está enferma y necesitada de las mejores soluciones en gestión y en dotación de inversiones, sobre todo para corregir las desigualdades existentes entre las propias provincias. Por circunstancia familiares, en la últimas semanas he tenido la oportunidad de comprobar en primera persona, como familiar de usuario, la enorme saturación del sistema, en urgencias y fuera de ellas, que determina hasta límites preocupantes la bajada de la calidad, pero también la existencia de una profunda deshumanización y desmotivación por parte de bastantes sanitarios, elementos que con su profesionalidad y dedicación venían salvando, hasta ahora, muchas carencias.
Es imperativo que nuestros políticos, no solo los que gobiernan, entiendan, de una vez, que la sanidad, junto con la educación, constituyen los estandartes fundamentales de cualquier gestión institucional. Para la mejora, no solo valen los idearios políticos, sino que es necesaria la implicación de todos los agentes intervinientes, esto es, sanitarios, colegios profesionales, sindicatos y ¿cómo no? la propia ciudadanía, a través de estos movimientos que, como flores en primavera, están creciendo en nuestra comunidad y que ya empiezan a producir sus efectos.
La solución no está en plantear querellas en los tribunales de justicia a los inspiradores de estos movimientos, sino todo lo contrario, esto es, sentarse a dialogar con la necesaria humildad con aquellos que conocen los problemas, “a pie de obra” y que, además, los sufren.
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