La calle Reyes

J. G. Martín
01:00 • 16 feb. 2017

Toda ciudad que se precie debe tener una calle Reyes. Vivir en la calle Reyes da un pedigrí especial, en ella solo vive gente principal. Vivir en la calle Reyes sube el valor de la bolsa del supermercado que llevas en la mano, y es que hoy en día al supermercado va cualquiera, aunque viva en la calle reyes, menos uno que me conozco. Pasear por la calle reyes es lucir palmito, no se puede ir de cualquier manera, eso se deja para los guiris, mínimo con docker, no es necesario ir de etiqueta, pero si bien vestidos. Allí tienen sus despachos los abogados más famosos y sus consultas los médicos más reconocidos. Los comercios más refinados y las pastelerías de toda la vida están en la calle reyes, los bares de tapas quedan para las calles aledañas, un escalón por debajo de la calle Reyes. Desayunar churros con café con leche en la calle Reyes es de lo más sano, auténtica dieta mediterránea, y si no lo cree compruébelo en los ingredientes de su receta: “aceite de oliva, harina de iznalloz, agua de las fuentes de marbella y sal de las salinas de cabo de gata”, ¡ahí queda eso! Y qué decir de las meriendas, con esa bollería tan exquisita, de rancia receta, que se exhibe en los mostradores. 
Al hilo, no olvidemos la pequeña travesía en la que discretamente se encuentra una casa de citas, que no de putas, con señoritas de los más refinados modales dispuestas a dar a sus clientes la cumplida satisfacción que corresponde a una casa con tanta elegancia que no admite a cualquiera, fíjense, atuendo mínimo: zapatos de vestir, pantalón de pinzas y camisa de M&R, jersey o americana a juego. Un día me encontré por la calle Reyes a uno de mi pueblo, iba vestido con traje, yo creo que el de la boda, ¡anda que no se notaba que había venido al médico o al abogado!, por qué ¡no creo que fuese a la casa de citas!, y después pensé, ¿y por qué no? si allí van hasta los de misa diaria. Conozco a uno, que luce autoridad, que va todas las mañanas a misa de nueve y después se pasa a desayunar por la casita, que también te dan el desayuno si lo pides, y, si va a pedir algún servicio, viene ya con sus plegarias hechas para dejar el pabellón bien alto y no tener el tan indeseado gatillazo. No olvidemos, como proclama Mr.T. (le Plus Grand Philanthrope du monde connu et inconnu) que, ya se sabe, si no hay amor, solo lascivia, no hay pecado.
Que solera la de las casas de la calle Reyes. Vienen de antiguo, son bienes raíces de las familias de más rancio abolengo que han pasado de padres a hijos. Algunos, a los que la fortuna ha dado la espalda como si fueran de clase baja, han tenido que venderlas a esos nuevos advenedizos, repobladores de menor categoría que los desalojados -y es que en estos tiempos hasta la fortuna no es la misma-. Por mucho que queramos no todos somos iguales, a la calle Reyes han llegado esos nuevos ricos, con su pelo engominado, sus camisas de marca bien realzada por el gran escudo o el jinete de polo que lucen en la solapa, sus gafas de sol rayban, y hasta con mercedes -el coche, claro-, que ganas me dan de cambiar el mío por un jaguar, pero a la primera de cambio ves a uno de estos con otro jaguar, y más grande que el tuyo ¡estamos “apañaos”!
Algunas ciudades que no tiene calle Reyes tiene calle Ancha. La calle Ancha es como la calle Reyes, la arteria principal de la ciudad, pero ya hablaremos de ella más adelante.







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