Dijo el vicepresidente de la Diputación: “Si nos dan las llaves ya no hay marcha atrás”. Dijo el alcalde de Albox: “Que Amat haga lo que tenga que hacer”. Dijo Gracia Fernández: “Susana recibirá al alcalde cuando pueda”. Dijo Rafael Hernando “Que Sacyr se atenga a las consecuencias”. No quiero seguir rebuscando, con las expuestas tenemos bastante, pero hay más “perlas”, muchas más, de todos y cada uno de los que en Almería se dedican al noble arte de la política. No estaría mal que ellos la ennoblecieran aún más con su trabajo. No hablan nuestros políticos, sueltan sentencias como si ellos fueran la verdad absoluta, los jueces que deciden o los dueños de las leyes. Y algo de razón tienen. Están acostumbrados a pasarse las leyes por el forro de sus caprichos. Y no estoy pensando fundamentalmente en los políticos independentistas catalanes, que también, pero ahí tienen ustedes a la Junta de Andalucía que se ha pasado por el forro de sus caprichos (durante años y años) las leyes dictadas por los tribunales y que les obligaban a dejar construir en las salinas de Cabo de Gata. Si nos vamos un poco más lejos, tuvimos a unos señores políticos que por interés general, pasando por encima de la ley, dieron por bueno un referéndum que se perdió en Almería. Hay miles de ejemplos de cambios de leyes producidos por los políticos porque les interesaba o no les venía bien ante el problema planteado. Son los que mandan, y lo saben. Se pueden permitir decir lo que quieran y les dé la gana.
Cuando dice don Javier Aureliano García que “si nos dan las llaves ya no hay marcha atrás”, está demostrando el poder del político sobre la vida y las haciendas de los vecinos (¡pobres vecinos!), lo mismo hace el alcalde de Albox Francisco Torrecillas, la delegada de la Junta, Gracia Fernández, o el diputado nacional Rafael Hernando. Y si no les sale bien lo que han dicho, cambian la ley y la adaptan a lo manifestado, rectificar no va con ellos. Ese es el grave problema con el que nos enfrentamos los ciudadanos, que son ellos los que pueden y cuando quieren lo hacen. Y no se arrepienten, ni piden perdón por sus chulerías o meteduras de pata. Ahí tienen al “manda huevos” de Trillo y su trato durante años a las familias de los militares muertos.
Y los hay que se esconden tras los viejos. ¡Valientes ellos!
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