Felonía y alta traición

Jose Fernández
01:00 • 01 mar. 2017

No sé si ustedes han alcanzado a descubrirlo o si son partícipes de la fingida candidez con la que muchos todavía defienden sus discursos fundacionales, pero créanme que todavía no he descubierto la novedad, el cambio o la transformación en los llamados partidos emergentes o partidos de la sedicente nueva política. Lo digo porque en su origen, tanto Podemos como Ciudadanos se arrogaban una pureza fundacional intrínseca, tan sólo comparable a la proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción por el Papa Pío IX en 1854. Ellas y ellos se presentaban como miembros de otra raza, diferente a las que nutren a los partidos representantes de la llamada vieja política, PSOE y PP, por lo que sus nuevas siglas constituían una garantía contra el principal mal que ha azotado a los viejos partidos: la corrupción. Curiosamente, el razonamiento infantiloide de la decencia autoproclamada llegó a tener un cierto enganche electoral. Allá cada cual con sus creencias, pero por lo que a mí respecta, creo que las únicas siglas que explican el golferío son las del ácido desoxirribonucleico, el ADN, que es la base genética que nos define y explica como seres humanos diferentes e irrepetibles. No robas por ser de un partido, sino porque te han parido así. Pero claro, todo ese discurso de limpieza orgánica se tambalea cuando alguien de los partidos emergentes es cazado en situaciones comprometidas o en comportamientos propios de los viejos partidos sumergidos en el lodazal de la cochambre ética. Sólo así se entiende la peculiar nota de prensa con la que Ciudadanos Almería intentaba explicar la expulsión de un concejal de Cuevas, involucrado en un feo asunto de grabaciones y pactos rotos con grandes cantidades de dinero en juego, en la que hablan de la “felonía” y a la “alta traición” del ya exconcejal. Uno no sabe si está leyendo una nota de prensa o algo sobre las Jornadas de teatro del Siglo de Oro. Y es que, como decía Calderón, fingimos lo que somos y somos lo que fingimos. Pero votamos lo que votamos, que añado yo. 







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