El verdadero respeto no restringe la libertad. Lamentablemente, en España andamos regular de respeto, y, en consecuencia, de libertad. De lo que parecemos andar bien, incluso sobrados, es de sectarismo, de mala educación, de doble moral y de intolerancia. Todos. ¿Qué se desprende, si no, de las recientes movidas del "drag" de Las Palmas, del autobús transfóbico y del programa ese de la televisión pública vasca que tilda de paletos, fachas y chonis a los españoles?
Lo del "drag" de Las Palmas ganador en su modalidad del concurso carnavalesco parece un monumento al disparate: la "performance" en sí y en todo su espesor, el hecho de que la criatura esté estudiando para profesor de religión, la reacción del obispo diciendo que le apenaba más el espectáculo que el accidente del Spanair... Dejando dramas y exageraciones aparte, lo que queda, como se aprecia, es una falta de respeto general.
Por su parte, el autobús que va faltando al respeto a los menores que, por lo que sea, no se acomodan en el sexo físico que les asignó la naturaleza, suscita a su vez otras faltas de respeto: las propinadas a quienes les sulfura, por lo que sea igualmente, la reasignación legal de sexo. Cuesta entender que alguien se tome tan a pecho oponerse a los derechos de los demás.
Nada menos que con el Código Penal en ristre, otros quieren responder a las opiniones de unos españoles, bien que vascos, sobre los españoles. Poco respeto hay en esas declaraciones casi diría que racistas, pero poco también en la furia que suscita el no saber encajarlas o ignorarlas. Mal andamos de respeto. Y de libertad.
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