Dijsselbloem, Medalla de Andalucía

En una reciente entrevista con el Frankfurter Allgemein Zeitung (con lo fácil que es decir LA VOZ DE ALMERIA) el presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem (con lo fácil que es apellidarte Fernández) saltó a la fama al señalar que los países del norte de Europa no pueden seguir practicando la solidaridad con los del sur, porque allí las subvenciones se las gastan “en mujeres y alcohol” (sic.). Invitado a retractarse ante la Cámara, el lenguaraz socialdemócrata vino a decir que verdes las habían segado, lo cual le ha situado en el disparadero de todas las críticas, que le tachan de racista y xenófobo. Y aunque no parece probable que vaya a presentar la dimisión, me susurran que desde el Grupo Municipal del PSOE se investiga si la despensa doméstica del europarlamentario tiene algún quitamanchas sexista para añadir así el factor clave que precipite su caída. Pero no deja de sorprender que el ejemplo del despilfarro vicioso provenga de un político holandés, país en donde algunos establecimientos exhiben mujeres en sus escaparates y otros están dedicados a promover el consumo de estupefacientes. Pero en España las palabras de este señor han sentado como un tiro, y no son pocos los que claman por la vuelta del Duque de Alba (ese que sigue ahorcado en el gollete de muchas botellas de los locales antes mencionados) a meter en cintura a esos luteranos a los que el buen Dios confunda.  Quizás el señor del apellido impronunciable se haya formado un concepto erróneo e injusto de los europeos del sur siguiendo la peripecia judicial del fraude de los ERES en la Junta de Andalucía, en donde quedó demostrado que todo un director general de Empleo, Francisco Javier Guerrero, había utilizado a su chófer para pagar, con el dinero de subvenciones públicas, juergas con bebida, cocaína y mujeres que, como diría la alcaldesa Carmena, estaban “en situación de prostitución”. A ver si al final la Junta no acaba otorgando a Dijsselbloem la Medalla de Andalucía el próximo 28-F.