El marasmo en el que se hallan los partidos socialistas europeos no contribuye gran cosa al optimismo del PSOE en relación a su futuro. Los de Italia, Grecia, Francia o Alemania, otrora tan potentes y decisivos, o bien han sido borrados del mapa por quienes tienen la potestad de borrar esas cosas, los electores, o bien sobreviven tan difuminados que ni ellos mismos alcanzan a precisar sus contornos. Sin embargo, y pues se ve que también en esto España es diferente, el último CIS le ha tomado la temperatura al PSOE, y parece que podría salir de ésta, aunque si en vez de la temperatura le hubiera tomado la tensión, que la tiene por las nubes, el pronóstico sería mucho más desalentador.
El PSOE, que es un partido analógico y no digital como Podemos, pertenece al mundo, muy siglo XX también, de la derecha y la izquierda, y, siendo ésta su naturaleza, lo peor que le podía pasar, le ha pasado: que no sabe si es de izquierdas o de derechas. O, bueno, sí hay algo peor que le podía pasar, y también le está pasando: que no sabe si en adelante quiere ser una cosa o la otra. Pedro Sánchez y Susana Díaz, que no saben por dónde se andan por mucho que uno tire de la cuerda hacia un lado y la otra hacia el otro (si dejan de tirar, se caen los dos), representan muy bien ese dilema que, por no haberlo sabido resolver los partidos europeos hermanos, se los ha llevado por delante.
Pedro Sánchez propone que el PSOE sea Podemos, pero ya existe Podemos, y Susana Díaz, que lo quiere como el PP, no se percata de que ya hay un PP, y, al parecer, dotado de una enorme capacidad de adaptación y de supervivencia, particularmente a los vapores mefíticos de su propia corrupción. Podemos y PP, por diferentes y por no tan diferentes razones, no necesitan ser de izquierdas o de derechas, pero el PSOE sí necesita lo primero, por lo menos un poco, o más bien sólo un poco, como tradicionalmente. Y aquí es donde Patxi López podría traer, si no la solución, que lo mismo no la hay, sí algo de lo que los otros carecen, una percepción más lúcida, no distorsionada por el narcisismo, de la realidad histórica, no modificable, del PSOE.
Lo que no es tradición es plagio, decía Eugenio D*Ors, y, ciertamente, Podemos y PP ya hay.
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