Cada verano tiene su afán informativo. Ampliando la entrada, diría que lo del afán es una versión popularizada de lo que decía San Mateo (con una mala follá que le podría empadronar directamente en la provincia vecina) en su Evangelio: “no te preocupes por el mañana, porque cada día tiene bastante con su propio mal”. Y el mal que parece llegar este verano (informativamente hablando) es el Regreso del Pingurucho como banderín de enganche de pluscuamperfectos y conmovidos. Ya estamos viendo algo de lo que se avecina: que si no al traslado, que si la derecha de toda la vida, que si la insensibilidad histórica por las libertades, etcétera. El sota, caballo y –con perdón- rey del discurso habitual en estos casos. Pero seamos mínimamente aseados en lo discursivo: el traslado del Pingurucho no es más que el cumplimiento del Proyecto de la Junta, del PSOE y de Izquierda Unida, presentado por ellos en el año 2000. Me van a disculpar, pero resulta lisérgico ver que los que ponen el grito en el cielo por el traslado son, precisamente, los mismos que lo decidieron -sin zarandajas participativas- los mismos que lo presentaron en rueda de prensa (a la que por cierto asistí como reportero) y los mismos que se sintieron felicísimos por lo bien que iba a quedar la Plaza Vieja sin Pingurucho. Ya he visto que para el día de los Coloraos se preparan diversas piezas de folclore asambleario y que la Coral Vajillas del progresismo local hace ya gárgaras para aclarar su voz. Ahora bien ¿sería alguien tan amable de preguntar a los señores de Izquierda Unida qué les ha hecho cambiar de criterio respecto al traslado? ¿Cómo lo que ellos mismos presentaron en 2000 les parece ahora abominable? Está claro: si los que dicen de mover el Pingurucho son de izquierdas, el Pingurucho está bien movido. Pero si los que lo dicen no son de izquierdas, eso no es más que el Movimiento Nacional resucitado.
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