Más de ciento cuarenta mil animales se abandonan en nuestro país durante el año, según los estudios de la Fundación Affinity sobre abandono y adopción de animales. El principal motivo según las declaraciones de los propietarios que entregan sus mascotas a un refugio, es el comportamiento animal, las camadas no deseadas, los factores económicos, el fin de temporada de caza y el cambio de domicilio. A pesar de la creencia del aumento durante esta época del abandono de perros, el informe referido revela que su recogida se mantiene estable a lo largo del año, en tanto que en el caso de los gatos hay un pico de recogida en el segundo trimestre del año que coincide con el ciclo natural de reproducción. Un elemento diferenciador respecto al abandono es la raza y la edad de los animales, ya que casi el ochenta por ciento de los perros y el noventa por ciento de los gatos son mestizos. La mayoría de los canes llegan a los refugios en edad adulta, mientras que como consecuencia de las camadas no deseadas, llegan cachorros a las protectoras, donde casi el cuarenta y cinco por ciento de los animales recogidos son adoptados.
Los datos revelan la laxa actitud que los humanos tenemos con los animales de compañía, la escasa consideración con los mismos cuando no un comportamiento que dice muy poco de nuestra condición. Sin acertar a señalar la razón concreta, nuestra provincia ha ocupado titulares de actualidad en los últimos años por maltrato animal, con casos realmente lamentables y reprochables, en los que la crueldad y el ensañamiento han llegado a extremos de brutalidad difícil de calificar. En muchos de estos sucesos llama la atención el protagonismo de niños y jóvenes, un factor que habla por sí solo de la carente educación que hacia los animales se padece. En nuestra memoria afloran nombres y víctimas.
Frente a tanta indeferencia y crueldad, frente a la insensibilidad generalizada con los animales, nos llama poderosamente la atención la tragedia del pasado sábado en una balsa de riego de Níjar. Una desgracia que ha ocasionado la muerte por ahogamiento a dos jóvenes vecinos, I.T., de 37 años, y C.T., de 32, de origen rumano, que sin saber nadar trataban de salvar al perro de un vecino que se hallaba en la alberca y que, curiosamente, ha sido el único superviviente de este lamentable episodio. Según el marido de I.T., su mujer era “muy amante de los animales”. Tanto que su amor le llevó a caer en la imprudencia para evitar la muerte del can. Una imprudencia nunca imitable, pero que desafortunadamente ratifica el adagio de que hay amores que matan.
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