Pedro Sánchez, el segundo político más influyente del país, el tercero más impopular -bueno, todos lo son, dicen los sondeos-, tiene un problema. En realidad, tiene, al menos, tres problemas. Y muy poco tiempo para resolverlos. Reconozco que me encuentro entre quienes de ninguna manera esperaban una victoria de Pedro Sánchez en las primarias de su partido. Y eso, sin estar seguro de que Susana Díaz pudiese/debiese ganar. Si hubiese sido militante, hubiese votado a un ‘pacto del Betis’ entre Díaz y Patxi López, porque Sánchez me parece portador de catástrofes potenciales y López, el más sólido de los que se presentaban.
Y cuánto me gustaría equivocarme acerca del nuevo/viejo secretario general, porque el PSOE debería ser el partido destinado a equilibrar el sentido de centro que tiene Ciudadanos con el de la izquierda que no sé si alienta en Podemos (ellos mismos dicen no saber muy bien qué es la izquierda). Es decir, un pacto parlamentario reformista, cerrado entre los de Rivera y los socialistas, ocasionalmente abierto, aunque crítico, al PP y a Podemos, es lo que dicen las encuestas que prefieren los propios votantes del PSOE. Temo que no es lo que Sánchez prefiere: votantes y militantes socialistas, sobre todo votantes y dirigentes socialistas, son cada vez más distintos y distantes, me parece.
Veremos qué nos dice Sánchez este lunes. Porque este lunes, último día de julio, es, se supone, el elegido por el secretario general del PSOE para ilustrarnos acerca de cuál es su hoja de ruta; en lo referente a alianzas -¿abierto a las sugerencias de Pablo Iglesias (Turrión)?-, en lo tocante a la estructura del Estado -esto de la plurinacionalidad le está generando muchos quebraderos de cabeza-. En los tres frentes tiene el señor Sánchez problemas, como decía al comienzo. Serios problemas que me encantará que se resuelvan favorablemente por el bien del país, que no por el de Sánchez, que podría llegar a ser, insisto, una catástrofe ambulante . De que, a estas alturas, Sánchez prefiere tener de aliado a Pablo Iglesias antes que a Rivera no me cabe la menor duda. Y eso que el pacto reformista, con la vista puesta en la (fallida) investidura de Sánchez, que suscribieron el año pasado Ciudadanos y el PSOE fue el único avance sensato que registró el políticamente demencial 2016. Veremos a ver cómo se sustancia ese acercamiento entre dos personajes, Sánchez e Iglesias, que comparten con Rajoy el liderazgo de estrepitosa impopularidad entre los políticos españoles, según nos recuerdan las encuestas. No puede tensar mucho la cuerda el secretario general del PSOE, porque en su partido siguen recelando de Podemos, y no le permitirán ningún nuevo desliz, ninguna nueva ocurrencia.
Lo de la ‘plurinacionalidad’ no me parece, en cambio, tan descaminado. Lo ha presentado pésimamente, no ha consultado a su partido, no concreta para nada sus propuestas territoriales pero al menos son propuestas, que de eso, de ideas nuevas para arreglar el choque de trenes con los independentistas de Cataluña, andan bien escasos en La Moncloa, salvo que haya planes A y B ocultos en la chaqueta presidencial de Rajoy. Si los tiene, desde luego, a nadie los confía.
En el frente interno, a saber cómo alguien que, como Sánchez, vive para la venganza contra quienes se le mostraron díscolos va a poder arreglar los jirones que él mismo ha provocado. La patada a Alfonso Guerra como presidente del patronato de la Fundación Pablo Iglesias ha sentado como un auténtico tiro a los veteranos, que ya no querían demasiado a un Sánchez del que piensan -nada personal: lo he constatado con bastantes de ellos- que es un arrogante sin nada en el cerebro. La salida del iracundo Madina del grupo parlamentario también ha provocado ronchas en el inestable mundillo de los diputados socialistas. Y el congreso andaluz de Susana Díaz ha puesto de manifiesto que en el mundo de la ‘lideresa’, por muchas sonrisas que se dirijan unos a otros, no cabe el ‘pedrismo’.
Entonces, ¿qué? Pues eso: que Sánchez tiene, al menos y que se sepa, tres problemas. Y que un partido que, como el PSOE, ha dado un ejemplo de transparencia y de democracia interna con su proceso de primarias, no puede andarse ahora con pasos de baile adelante, luego atrás, luego a un lado, que si reforma de la Constitución, luego a otro, pero sin concretar qué reforma. Mucha gente tiene su esperanza puesta en el PSOE, no en el de Sánchez precisamente, pero sí en el de Pablo Iglesias (Posse), en la capacidad de levantarse de un partido que ha caído muchas veces, pero que ahí sigue, con siete millones de votantes (esperemos que Sánchez no los pierda) y vertebrando a una parte de la opinión pública española.
Por eso me parece tan interesante lo que Pedro Sánchez tenga que comunicar a la nación este lunes, tras el aburrido, descomprometido, anuncio de Rajoy el pasado viernes. ¿Tiene esto solución, tienen soluciones, o qué?
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