Lo confieso: acabo de decir en una televisión que yo también escondo en mi casa a Juana Díaz. Lo hice tras conocer la decisión del juez ordenando la detención de la infortunada madre, en paradero desconocido para hurtar a sus hijos de la convivencia con el hombre que la maltrató. También confieso sentirme, y ser, cuando puedo, turista, y confieso igualmente que en esta declaración coincido con la hecha por un personaje con el que suelo identificarme bien poco, como Arnaldo Otegi. Pero la 'turismofobia' decretada por un grupo de insensatos en Barcelona, en Palma y quién sabe dónde más, es capaz de unirnos, a la hora del mínimo sentido común, a gentes tan distintas y distantes como el señor Otegi y yo mismo. Y ya, puestos a confesar, confieso ser también pasajero en El Prat. O catalán disidente de los dictados de la Generalitat. O...
Sí, lo confieso: me parece que si la gente actuase un poco más activa y menos vindicativa y envidiosamente de lo que suele, tal vez este sería un país más habitable. Y no se darían casos como el de Juana, víctima propiciatoria de la máxima 'summa lex, summa iniuria' (compadezco, por cierto, al juez al que le ha tocado el caso). O quizá una sindicalista de pacotilla no se atrevería a decir que lo bueno es forzar a los pasajeros/rehenes a hacer largas, desesperantes, colas. O puede hasta que los máximos responsables de la Generalitat no se atreviesen a hacer de su capa un sayo, dándoseles una higa que acaso más del cincuenta por ciento de los ciudadanos a los que ellos dicen representar no quieren ser independientes de España. Y, a lo mejor, esos cafres que amenazan al pobre turista -o sea, usted, yo, cualquiera_ con pasarlos por las armas porque expolian al pueblo, se quedarían en su casas haciendo algo más útil y, desde luego, más racional y menos nocivo.
Lamento mucho que la sociedad civil tenga presencia tan escasa, tan poco valiente, en el acontecer de este país nuestro. Y que solo se manifieste cuando se trata de linchar a alguien a la puerta de algún juzgado, no de defenderlo. Estamos los españoles cada día más insensibles ante los desmanes, a veces surrealistas, desigualdades e injusticias con los que nos acometen.
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