A la una, a las dos y a las...

Fernando Jáuregui
01:00 • 29 sept. 2017

Las urnas son lo único que puede salvar a Puigdemont del ridículo. Que la Guardia Civil o la policía -descartemos a los mossos- encuentren las urnas, si es que existen, las incauten y, entonces, el molt honorable pueda salir a decirle al mundo que 'España ens roba las urnas' y que, por tanto, no puede llevar adelante el prometido referéndum. Menudo alivio para él, con el lío en el que se ha metido, y me parece que lo sabe.
Es más: si yo fuese Puigdemont, que no lo soy a Dios gracias, haría llegar secretamente un recado al Ministerio del Interior, filtrando dónde se encuentran las dichosas urnas fantasma. Ya digo: si es que existen y si en las próximas horas no han sido encontradas, como es el caso hasta el momento de redactar estas líneas, por los diez mil policías y guardias civiles desplegados en territorio catalán -porque me da a mí la impresión de que los mossos no van a encontrarlas, ojalá me equivoque-. Rumores hay para todos los gustos, incluyendo que las cajas con ranura ya están más que localizadas. Yo, ni idea.
Y hasta aquí hemos llegado a cuarenta y ocho horas del ‘día D’-me niego ya a hablar de ‘choque de trenes’: vaya usted a saber qué es lo que será al final, si choque, shock o show: confiando en las urnas, unos por unos motivos, y otros, por otros; si aún nos quedase ánimo festivo, podríamos cantar aquello de ‘a la urna, a las dos y a las tres’, que era el grito jocoso con el que queríamos abrir el ‘bunker’ franquista, que se resquebrajaba. 
Tiempos en los que, ay, creíamos que con votar ya se instauraba una democracia. Y no: ni todo referéndum es necesariamente democrático, y mira que yo soy partidarios de ellos (cuando se hacen bien, claro), ni acudir al colegio electoral una vez cada cuatro años basta para garantizarnos una democracia ejemplar.







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