El proceso secesionistas que impulsa el gobierno autonómica de la "Generalitat" de Cataluña, cuyo detonador político es el referéndum convocado para el 1 de Octubre, al tiempo que un desacato al Tribunal Constitucional que declaró ilegal la consulta alimenta una tendencia disgregadora de la convivencia social.
Nunca antes hubo tanta tensión en Cataluña ni estuvieron tan dañadas las relaciones entre los partidarios de la separación y quienes son señalados por no secundar los planes de los secesionistas. Quienes durante los últimos treinta años sembraron la semilla del rechazo al idioma español e inocularon odio a cuanto significa pertenecer a la comunidad española se regocijan con los frutos de su cosecha de discordia.
Es una realidad muy triste, impensable, hace apenas una generación cuando Barcelona era la puerta de entrada de las ideas de libertad y tolerancia que fluían desde la Europa democrática. Ahora nos encontramos en la víspera de un intento de fraude político bajo apariencias democráticas. Una cita a la que han sido convocados en nombre de una causa en la que priman las falsedades históricas y no pocas mentiras sobre las que los dirigentes del proceso separatista (Mas, Junqueras, Puigdemont, Forcadell, etc) han construido su alegato victimista. La situación es grave. Nunca en quinientos años de trayectoria en común de sus diversos pueblos había estado España tan amenazada de perder su unidad e identidad territorial en los términos históricos que conocemos.
Ni cuando la "francesada" -la invasión por las tropas de Napoleón-; ni con los ataques piráticos de la flota inglesa contra Cádiz, La Coruña o en repetidas y rechazadas ocasiones contra Santa Cruz de Tenerife. Tampoco cuando en octubre de 1934 Lluís Companys (Esquerra Republicana) proclamó la "República Catalana dentro del Estado Español".
Sus herederos de hoy, auxiliados por los del corrupto partido fundado por Jordi Pujol pretenden ir más lejos. Irreversiblemente lejos. Ni por asomo les debe ser permitido. La ley, todo el peso de la ley debe caer sobre quienes pretenden subvertir el orden constitucional. Lo que está en juego es el ser o no ser de España tal y como la conocemos.
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