Como en ‘Esperando a Godot’, la inquietante tragicomedia de Samuel Beckett tenida por obra cumbre del teatro del absurdo, el personal aguarda sin demasiada esperanza de claridad a que Carles Puigdemont, presidente golpista de la ‘Generalitat’, conteste -’sí’ o ‘no’- al requerimiento que le ha hecho llegar el Consejo de Ministros para que aclare si el pasado día 11, en el ‘Parlament’, proclamó la independencia de Cataluña.
No es probable que la respuesta llegue antes de las 10 de la mañana del próximo lunes. Sí así fuera, se produciría un segundo requerimiento para obtener respuesta antes de la misma hora pero ya el jueves 19.
En el caso de que la respuesta no sea un: “No hubo tal declaración de independencia”, el Gobierno, previa autorización del Senado, activaría los mecanismos previstos en el Artículo 155 de la Constitución que facultan al Ejecutivo para obligar a las autoridades autonómicas rebeldes a cumplir con sus obligaciones volviendo a la senda constitucional.
Dada la acreditada deslealtad del presidente Puigdemont -reiterados han sido sus desacatos a las sentencias del Tribunal Constitucional- no hay que descartar que intente alguna nueva marrullería. Alguna maniobra de distracción. Por ejemplo: anunciando algún tipo de negociación con instancias políticas europeas. Se sabe con el agua al cuello y con denuncias admitidas por los tribunales contra algunos de sus colaboradores por actuaciones recientes de dudosa legalidad y tratará de ganar tiempo. Lo que pasa es que esta vez está entre la espada y la pared.
Por una parte tiene encima de la mesa el requerimiento del Gobierno de España que apareja un ultimátum y por otro el apremio de sus compañeros de viaje de la CUP. Los dirigentes del movimiento anti sistema tienen la llave de la mayoría parlamentaria ...
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