Dejar las cosas en manos de los jueces tiene sus cosas buenas, como por ejemplo que ellos carguen con la responsabilidad de lo actuado; pero tiene sus cosas malas, claro, como que, con la ley en la mano, tomen decisiones que causan más daño político que el bien que aportan. La detención por la juez de la Audiencia Nacional de los ‘dos Jordis’, el responsable de la ANC y el de Omnium Cultural, ha agradado, sin duda, a amplias capas de la ciudadanía. Y puede que también a la propia noción de la justicia, que es siempre evanescente y mudable, sujeta a circunstancias imprevisibles e inaprehensibles. Pero, desde luego, el encarcelamiento de ambos ‘agitadores sociales’ está destinado a provocar disturbios sin cuento en las calles y en las conciencias de Cataluña, que ya se sabe que se rigen por criterios distintos a los del resto de los españoles.
Ignoro si el insensato Puigdemont y sus aún más enloquecidos asesores y ‘coaccionadores’ harán ahora sonar (más aún, quiero decir) los clarines de guerra. Una guerra que están destinados a perder los independentistas, pero que sin duda dejará muertos entre los vencedores, en el campo de batalla. Nadie gana en las contiendas, porque los vencidos se recuperan de las heridas y vuelven a la carga si no han sido, además, convencidos. Y lo que escucho en las calles de Barcelona -no quiero ni pensar en otras localidades más arriscadas y monolíticas- me tranquiliza muy poco al respecto, la verdad: oigo hablar de ‘presos políticos’, de ‘jueces vendidos al Ejecutivo’ y de que ‘no nos rendiremos’. Mal lenguaje y peor concepto cuando no se respeta la separación de poderes, cuando se instaura la inseguridad jurídica y cuando la Justicia deja de ser un valladar y se convierte más bien en gasolina para los incendios.
Pero pretender que prevalezca el ‘palo’ sobre ‘la zanahoria’ es también, pienso, ya del todo imposible.
Me encantaría, a fuer de periodista, poder leer en el cerebro de Rajoy estos días. Pero sospecho que sabe que algo diferente a lo que viene haciendo tendrá que hacer. No comparto las acusaciones de perezoso que a veces se lanzan contra el inquilino de La Moncloa; pero sí pienso que podría hacer mucho más, un esfuerzo por encontrarse con los que ya sé que son unos perfectos irresponsables e insensatos, pero que, lamentablemente, ahí están. Tiene que volver a tomar personalmente el timón Rajoy.
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