De niña reconozco que tenía predilección por el Mundo Animal, imagino que por eso de ser sensibles y tener movilidad, por esto conseguí que mi madre me comprara el libro: “Fascinante Naturaleza. El gran libro de los animales y plantas de Europa”, con unos preciosos y precisos dibujos. Mi parte favorita era la de los mamíferos marinos; y a los verdes del Reino Vegetal no le presté tanto interés, quizás por ignorancia.
En los primeros meses de iniciar la carrera de Ingeniería T. Agrícola, en la Universidad de Almería, vino Francisco López Ramón, Presidente del Colegio en aquel momento, a hablarnos sobre la profesión y el futuro de ésta. En un momento de la misma me preguntó donde pensaba que estaría el futuro y le dije: En las algas.
Llevaba poco tiempo de clase y en Botánica habíamos visto las algas y poco más. No me imaginaba el sorprendente y fascinante mundo que se iba a abrir ante mí, por intuición sabía que el futuro estaba en el mar, aunque no era plenamente consciente de la importancia de las plantas y aprendí a verlas de manera revolucionaria.
A ello contribuyó mi profesor de plantas ornamentales Rafael Jiménez Mejías y, ahora, Stefano Mancuso, director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal, que en su último libro titulado “El futuro es vegetal”, editado por Galaxia Gutenberg, nos hace tener una mirada revolucionaria ante el mundo vegetal y que, de manera muy didáctica, nos va contando los retos a los que se enfrentan las plantas y cómo los van solventando. No tenemos consciencia plena de la importancia de las plantas. Sí sabemos que respiramos gracias al oxígeno que producen, o que nos nutren a todos los animales de la Tierra, nos dan energía, principios activos, materiales de construcción, etc.
Es una obviedad decir que dependemos del mundo vegetal y creemos que conocemos todo sobre ellas. A medida que aprendo más de ellas tengo claro que menos sé. En el último decenio se han descubierto dos mil especies por año y algunas no son microscópicas precisamente, una de ellas es un árbol de bosques lluviosos que mide más de cuarenta y cinco metros. No sabemos cómo ni dónde mirar porque andamos con las gafas de ver que somos el ombligo del universo, si miráramos con humildad podríamos aprender de ellas para mejorar nuestra calidad de vida y la del resto de especies del Planeta.
Mancuso nos da pinceladas sobre dónde tenemos que insistir como seres humanos, como por ejemplo, seguir investigando en nuevas tecnologías (I+D+i) en autonomía energética, y aprender a organizarnos social y políticamente de manera menos piramidal, menos centralizados, más a lo local.
Como ya nos contó en su libro “Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal”, libro que premió la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos y en el que nos mostró como las plantas son capaces de resolver los problemas que se les presentan con sus más de veinte sentidos, como se comunican entre ellas y los animales, duermen, memorizan, cuidan de sus hijos, su propia personalidad, como toman decisiones e incluso son capaces de manipular a otras especies.
María Teresa Lao Arenas, mi directora de grupo de investigación AGR-242 “Cultivo de plantas ornamental sostenible”, en un paseo por un jardín de la ciudad me dijo, hablando de las investigaciones del profesor Mancuso: “lo intuía, tenemos que seguir por este camino”. Y si son capaces de resolver problemas: ¿por qué les negamos inteligencia?
Ellas son capaces de resolver problemas mientras nosotros no terminamos de hacerlo, como por ejemplo, la escasez de agua dulce, la falta de suelo cultivable para alimentar a toda la humanidad, la creciente contaminación de ciudades, e incluso el cambio climático.
Las plantas son ejemplo de nuestra vida cotidiana, son resilientes en este mundo por su fortaleza y flexibilidad frente a la fragilidad que tenemos en el mundo animal.
Ellas son capaces de consumir poca energía, ejemplo de inteligencia y acción colectiva; tienen una gran capacidad de sobrevivir en un mundo hostil y aprenden de la experiencia. Son un modelo de colaboración, de trabajo en red, sin centros de mando, capaces de resistir a las catástrofes y de adaptarse a gran velocidad a los cambios ambientales drásticos.
Las plantas pueden ser, por tanto, fuente de inspiración a los grandes problemas a los que nos enfrentamos como humanidad, por lo que no debemos de perderlas de vista para superar los grandes retos a los que nos enfrentamos, aprender, reflexionar y actuar desde todos matices que nos ofrece el verde vegetal como esperanza.
Así que no va a ser mala idea salir a buscar nuevas especies, no sabes lo que vas a descubrir, y volver a hojear esas páginas en los libros que antes no me llamaban la atención por no saber diferenciar todos estos verdes de la vida, porque como dice Mancuso: “Las plantas no solo viven, también son capaces de sentir”.
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