En Cuevas de Almanzora, Almería, han sido detenidas, en una gran operación policial, más de treinta personas contra la trata de mujeres. Trece mujeres nigerianas, algunas de ellas menores de edad, eran obligadas a prostituirse en un club que se erigía en el municipio almeriense como una atalaya siniestra e inexpugnable. Estas mujeres y niñas tienen nombre, tienen familia e historias atroces que contar; nos toca preguntarnos: ¿Qué pasa con ellas cuando se las rescata de los prostíbulos?
Las víctimas de trata en España se enfrentan a serias dificultades para poder acceder a la justicia y a que se protejan sus derechos fundamentales. Si no se identifica correctamente el problema como víctima de trata, esto puede desembocar a su internamiento en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), e incluso se las puede expulsar como es el caso de Gladys John, una mujer nigeriana embarazada, víctima de la trata, que solicitó asilo en España porque estaba amenazada de muerte en su país.
La justicia española prefirió deportarla y condenarla. No se sabe nada de ella. La ONU denunció a España porque no sólo no investigó, sino que la encerró en un CIE y la expulsó sin garantías a su país, según denunció la ONG Women´s Link Worldwide ante el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas. Es difícil recoger datos sobre la explotación sexual en la que la mayoría son mujeres. Se estima que unas 45.000 mujeres y niñas son víctimas de trata en España, es un negocio que mueve más de cinco millones de euros cada día y 32.000 millones al año en el mundo, según fuentes del Gobierno. Un negocio que se mantiene porque hay demanda.
La mayoría están recluidas en clubs de alterne, porque allí es donde son controladas absolutamente, y una vez saldada la deuda que contraen, la mayoría siguen ejerciendo la prostitución; también las explotan en pisos y en la calle (en rotondas y polígonos). Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), sólo la prostitución representa el 0,35% del PIB, lo que supone cerca de 3.700 millones de euros.
Es un negocio más rentable que el tráfico de drogas, en el que los clientes son cómplices de este sufrimiento y violencia extrema hacia la mujer. Los puteros no tienen empatía para el sufrimiento hacia los seres humanos, y piensan y se justifican diciendo que: “las prostitutas se lo pasan muy bien porque les gusta el sexo y además ganan mucho dinero”. Los proxenetas las compran y las venden como si fuera ganado, sin compasión, y continuamente hacen reclamos mercantiles en los clubs a los puteros haciendo fiestas los fines de semana, poniendo las copas más baratas e incluso rifando y eligiendo los servicios de algunas de ellas.
Algo está fallando en el sistema de prevención y educación cuando la edad de los puteros cada vez es menor: es fácil ver los fines de semana los burdeles llenos de chicos de 18-19 años, para ellos es divertido acabar la noche así. No queda otro camino que educar a los jóvenes dentro del ámbito familiar y en los centros educativos para que sensibilicen, empaticen y se comprometan en erradicar y no ser partícipes de esta perversa violencia hacia a las mujeres.
Hacen falta más leyes, más recursos y más trabajo transversal en los lugares de origen de las víctimas: muchas son vendidas por familiares, novios, mafias, etc., son engañadas, incluso con la promesa de un futuro mejor. En España no está legalizada ni regulada la prostitución y el hacerlo vulneraría los Derechos. ¿Qué vales cuando tu cuerpo vale cinco euros? Tu vida no vale nada.
No nos llevemos las manos a la cabeza, esto no ocurre fuera, ocurre aquí y ahora. La esclavitud hay que erradicarla del planeta, y legalizar la prostitución sería condenar a millones de mujeres a ella. No podemos mantenernos laxos ante esta abominable situación porque las mafias se aprovechan de ello, para lo cual son necesarias leyes más duras. Dejemos de vivir en una sociedad tan hipócrita, puesto que al lado de nuestras casas hay esclavas sexuales ocultas, a veces bajo luces de neón: ¿cómo podemos mirar hacia otro lado ante tanto sufrimiento?
“La trata es la violencia de género más bestia y más salvaje hacia las mujeres”, dice la cineasta Mabel Lozano en su libro “El Proxeneta”, y mientras existan puteros no se erradicará. El mismo hombre que te hace puta, en otro barrio es marido, padre, hermano, hijo, amigo, compañero de trabajo. En los burdeles, que forman parte de nuestro paisaje de carretera, las explotan, las tratan, las vejan, las violan. La trata y la prostitución van de la mano, unas están en cautividad y otras pueden salir, pero en ambas son víctimas. Este negocio que anda entre el cinismo y el silencio mueve más de 40 millones de euros en los medios de comunicación con los anuncios de prostitución. ¿Hasta cuándo?
A día de hoy no se sabe si Gladys John está viva o muerta y seguro que hay más casos como el de ella en el Estado español pero: ¿a quién le importa la vida de una mujer, pobre y extranjera? Esto no da votos, da votos el gran negocio montado en torno al sufrimiento consecuencia de la pobreza, el machismo y la desigualdad que hay que combatir con políticas sociales, para que las mujeres puedan salir de esta situación, rompiendo la brecha social, la desigualdad y la pobreza para que dejen de estar en extrema vulnerabilidad. Sobreviven en silencio ¿Les damos voz y esperanza?
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