Decían algunos comentaristas del fin de semana que España está paralizada. Bueno, para hacer honor literal al titular de algunos editoriales, hay que convenir que una parte de España estuvo en efecto paralizada entre el sábado y el domingo por la nevada, que puso de manifiesto la escasa previsión de automovilistas y de algunos responsables de que la cosa funcione bien. ´Piove, porco Governo´... Al Ejecutivo se le culpa de todo, incluso de que llueva cuando queremos ir a la playa, o de que no llueva y los pantanos estén bajo mínimos. Pero, lamentablemente, los comentarios y editoriales se referían a algo menos coyuntural, más permanente y que no se soluciona así como así con quitanieves.
Y es posible que al Gobierno central, que goza achacando todos los problemas a lo que ocurre en Cataluña, ´diluvia, porcos catalanes´ parecen querer decir cuando dicen lo que dicen, sí hayamos de pedirle más responsabilidades que las exigibles derivadas de que unos cuantos miles de personas se quedasen atrapadas en una carretera por la imprevisión propia y ajena. No me llaman alarmista por no compartir el optimismo oficial sobre lo bien que vamos: España, en efecto, corre, a mi juicio, el riesgo de dejar de funcionar, si no hacen, hacemos, algo para impedirlo.
Jamás había visto, por ejemplo, al Parlamento tan paralizado como a lo largo de este 2017, un año que en nuestro país cabalgó entre titulares dedicados a Trump, que ahora cumple su primer, desastroso, año en la Casa Blanca, y al no menos nocivo tándem Puigdemont-Junqueras, que también nos ha dejado plantados, como vacíos, ante un 2018 en el que aún no hemos deglutido todo lo que nos ocurrió, y lo que no nos ocurrió, el año pasado.
Sigo atónito ante la constatación de que nadie, ni Rajoy, ni Sánchez, ni Rivera ni, menos aún, Iglesias, parecen tener ´plan B´ alguno para solventar lo que se nos viene encima en Cataluña, donde, recuerden ustedes, dentro de poco más de una semana ha de constituirse, por imperativo del president de la Generalitat (que sigue siendo Rajoy), el Parlament. No hay acuerdo ni para la composición de la Mesa del Legislativo catalán, así que imagine usted lo que ocurre con la formación de un Govern que sustituya, una vez que se han celebrado las elecciones con el resultado pésimo que sabemos, al ´transitorio del 155´.
Con remarcarle a usted, que seguro que la notó en su momento, que el discurso del Rey ante las Fuerzas Armadas en la Pascua Militar el sábado se limitó a glosar la figura de su padre, el emérito, allí presente, obviando la menor referencia a la ´cuestión catalana´, creo que ya digo bastante. Tras aquel célebre discurso del Jefe del Estado el 5 de octubre, tras el ´puñetazo en la mesa´ de Rajoy tres semanas después, regresamos al mirar hacia otro lado, sin que nadie se atreva a proclamar cómo desatar el nudo gordiano que gangrena a Cataluña y, por tanto, que amenaza la salud de toda España. Y conste que, probablemente, Felipe VI es el menos responsable a la hora de hacer planes concretos para desanudar lo que hemos atado y bien atado por los errores de todos.
Bueno, el caso es que regresamos de las vacaciones invernales, porque aquí nadie renuncia a ello y, menos aún, esos parlamentarios que disfrutan de una legislación absentista que tanto favorece la parálisis del Legislativo, y seguimos sin noticias de que haya vida tras el 155. Todo parece estar en manos de los jueces, y no de la política; separación de poderes, te dicen, y dan todo el poder al Judicial, a la espera de que escampe. Es el lema de Rajoy: siempre que llueve, escampa. Y se pertrecha bajo el paraguas de las puñetas de las togas.
Y ya digo: el sol fundirá las nieves, pero lo cierto es que sol hemos tenido bastante -demasiado_ en los últimos meses y las angustias de la política nacional, que acabarán derivando en otras muchas angustias, siguen ahí, intactas, si es que no agravadas por el secarral de ideas. No sé si el surrealismo catalán, instaurado, claro, en primer lugar por el fugado a Bruselas, puede prolongarse mucho tiempo; ni siquiera sé si ahora convendría una repetición de esas elecciones autonómicas que el 21 de diciembre pasado no parecieron resolver gran cosa.
Ya solo sabemos que nada sabemos, y esa no es, por supuesto, forma de iniciar un curso político como el que este lunes se pone en marcha, por decir algo.
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