Si a partir del éxito obtenido por Inés Arrimadas en Cataluña, Albert Rivera no se deja llevar por el vértigo de la encuestas que pronostican que Ciudadanos puede dar un campanazo electoral en el conjunto de España, su partido puede llegar a consolidarse como alternativa creíble de gobierno. Desde un ideología de centro derecha. No lo tiene fácil porque compite en un territorio ocupado por el PP, partido cuya clientela, tradicionalmente, se ha venido manifestando reacia a los cambios. Sobre todo en comunidades como Galicia, Castilla y León, La Rioja o Cantabria. Es verdad que los casos de corrupción y el desgaste que apareja la tarea el estar al frente del Gobierno de España le ha pasado factura al PP en las últimas convocatorias electorales, pero ahí sigue y nada hace pensar que no vaya a dar la batalla a quienes considera unos recién llegados. De hecho, tras conocer el resultado de los comicios catalanes, a los portavoces del PP les faltó tiempo para disparar contra Ciudadanos.
Con eso tiene que contar Albert Rivera. Con eso y con el fuego cruzado que proviene del PSOE, el otro partido damnificado en Cataluña por el éxito espectacular de Ciudadanos. Con tener antagonistas tan poderosos, tengo para mí que el principal enemigo de Albert Rivera no es ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez. Su principal enemigo es él mismo. Su carácter. La prisa que despliega y le acompaña. En la política, salvo en los períodos de revuelta -que no es el caso-, la prisa es mala compañera de viaje. Tan nefasta como malbaratar el rigor de un discurso político bien articulado entrando y aceptando las provocaciones a veces infantiles de Podemos.
España necesita serenidad en la política para dar soluciones eficaces a los problemas reales que lastran la vida de miles de personas. Empezando por la angustia de los miles de excluidos por falta de un puesto de trabajo y siguiendo por las deficiencias en la atención sanitaria. Sin olvidar, claro está, la crisis catalana. Problemas reales. Quien se ocupe de ellos y de la gente, ganará las próximas elecciones. ¿Podría ser Ciudadanos? El tiempo dirá.
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