Lo de Cataluña pinta mal. El empecinamiento de los partidos separatistas mayoritarios (JxCat y ERC) en proponer a Carles Puigdemont como candidato a presidir la Generalitat abre la puerta a crear tal lío jurídico-parlamentario que a nadie sorprendería que dicha maniobra se saldara en fracaso y que en el caso de que sus promotores insistieran en la maniobra el Gobierno de España podría prolongar la vigencia del Artículo 155 de la Constitución.
Es un escenario improbable pero no descartable y que a los separatistas les pertrecharía de argumentos victimistas. Su fuerte en materia de propaganda política.
No digo que vaya a suceder, pero sí que no es descartable dada la tendencia de los separatistas a asomarse al abismo. En ese escenario cobra estatura la posibilidad de tener que repetir las elecciones. Sería tanto como empantanar el terreno de la batalla política. Jugar a prolongar el conflicto sobre la base de que la excarcelación de los políticos presos (Junqueras, Sánchez, Forn, etc.) o el regreso de Carles Puigdemont (prófugo de la justicia) sustituiría en el discurso político a la agenda de los problemas reales que acucian a los catalanes: la falta de puestos de trabajo; carencia y fallos en la Sanidad; el traslado de sede fuera de Cataluña de más de tres mil empresas; el lamentable estado de los transportes de cercanías, el incierto futuro de las pensiones, etc.
Los actores sobre el escenario van a lo suyo. Los separatistas ya no están tan unidos como en la anterior legislatura (el “sorpasso” de la lista de Puigdemont a costa de ERC ha desconcertado a los republicanos), y aunque mantienen su alianza tratan de asegurar objetivos de partido (reparto de consejerías) allí donde antes se les llenaba la boca hablando de “objetivos de país”. En el bloque de los constitucionalistas está ya de más hasta la propia etiqueta de “bloque”.
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