La Junta de Andalucía está chantajeando a la Federación Andaluza de Consumidores y Usuarios de Andalucía (FACUA) “advirtiendo” -capisci- de que el uso de expresiones como “consumidores” y “usuarios” en lugar de “personas consumidoras” y “personas usuarias” implicaría “prácticas de lenguaje sexista” que podrían considerarse “una infracción leve de la Ley General de Subvenciones” en caso de que se llegaran a emplear en textos de campañas financiadas por la Junta. Es decir, que si la FACUA no aplica en sus anuncios, folletos o dípticos la jerigonza oficial del todosytodaspuntocom, y cae –por ejemplo- en la provocación falócrata de hablar de usuarios sin más, sin mencionar a continuación a las usuarias, podrían perder –por machistas- las subvenciones que les otorga la Junta. O lo que es lo mismo en el caso de FACUA: que directamente podrían desaparecer. Sí, ya sé que es mucho peor despertarse con una cabeza de caballo sobre la almohada, pero ya ven que la Junta es implacable cuando se trata de imponer la rara parla que se han inventado a mayor gloria de ese modelo social distintivo y señalador que tanto gusta a los progres: o eres de los que hablan como se debe o eres un coprolito social. En mi caso, espero que los sanedrines de vigilancia y denuncia sexista de la Junta no hayan tenido en cuenta mi referencia cinematográfica al modo en que la mafia italiana (como retrata la magnífica trilogía de “El Padrino” de Coppola) hace sus advertencias, y que aunque piensen que hablar de caballos es también machista, me atrevo a señalar que emplear caballos y caballas mezclaría sobre la almohada del advertido una extraña mezcla de equinos y pescados que quizás confundiese al recién despertado. Y es que, aunque lo parezca, la caballa no es la hembra del caballo. Por mucho que los jóvenes y jóvenas cocineros y cocineras quieran experimentar ahora, hay notables diferencias entre el caballo con tomate y la caballa con tomate. Lo digo por si hay alguna “persona consumidora” despistada.
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