La guerra de las lenguas

Rafael Torres
23:32 • 19 feb. 2018

Partiendo de que las lenguas no se crearon tanto para entenderse como para que no te entendieran los demás, habrá que convenir en que la cooficialidad en Cataluña del castellano y del catalán es algo que, por su complejidad y su enorme importancia, nunca debió dejarse en manos de los políticos exclusivamente.
De que los idiomas no se inventaron para entenderse, sino para que no lo entendieran los forasteros, da fe el hecho de que el Esperanto, la lengua universal ideada por el doctor Zamenhof, no prosperara, y sí cualquier jerga que acotara el ámbito de su comprensión a los cerrados límites de un grupo humano. Los políticos no podían sino hacer un estropicio con ese tesoro doble del bilingüismo en Cataluña. Los unos, concediendo privilegios a la lengua vernácula a cambio del apoyo parlamentario de los nacionalistas, y éstos, aprovechándose para construir "nación" e "identidad" con lo más potente que las crea, el idioma.
La cooficialidad del castellano y el catalán, ambas lenguas españolas, romances, primas hermanas, tiene muy poco, según se ha desarrollado, de armónica, y mucho de segregacionista. La convivencia de ambos idiomas en la vida oficial y en la ordinaria de las personas, que habría de ser cooperativa, se ha revelado artificialmente conflictiva por dejarse en las solas manos de los políticos, inclinados, todos ellos, al sectarismo.
¿Tan difícil es que se entienda que la realidad, que no es otra que el castellano es el idioma del conjunto de la nación, o sea, del estado, y las otras lenguas españolas, el catalán, el vasco, el gallego, el valenciano o el bable, los idiomas propios de sus respectivos territorios, no puede violentarse, imponiendo unos u otros sobre los demás, sin esperar infaustas consecuencias? En Francia, sin ir más lejos, lo entienden perfectamente. ¿Por qué aquí no?
En las escuelas catalanas se debe enseñar a hablar bien, a expresar con precisión y decoro las ideas y los sentimientos, y pues se radican donde se disfruta de un envidiable bilingüismo de nacimiento, a hablar bien, y a escribir bien, y a leer bien, en los dos idiomas. En vez de velar por eso, los políticos han fabricado, todos, un agujero negro en la cultura y en el entendimiento.







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