Recuerdo la famosa anécdota del rabo del perro de Alcibíades, el sobrino corrupto de Pericles. Aquel que un día, para sorpresa y disgusto de sus paisanos, decidió cortarle el rabo. Preguntado por la razón de tan absurda decisión contestó que mientras le criticaban por lo del perro, no se ocupaban del mal gobierno de la ciudad.
Recuerdo esta anécdota porque Podemos ha registrado en el Congreso una proposición de ley para despenalizar la venta ambulante y "poner fin la criminalización sistemática" que sufren los manteros según el decir de la diputada Noelia Vera que es quien anunció la iniciativa.
Retirar del Código Penal las sanciones previstas para quienes se dedican a este tipo de actividades que en el caso de la venta de productos falsificados supone un acto de piratería y que en cualquiera de sus manifestaciones perjudica a los comerciantes establecidos-, es una decisión que contradice el principio general en el que se basa la actividad comercial regulada que protege a los comerciantes y a los clientes que adquieren sus productos. Esta es la cuestión de fondo. Pero hay más. En la iniciativa de Podemos convive una segunda naturaleza.
Promueven una idea que saben contraria a la opinión de la mayoría parlamentaria porque necesitan una cortina de humo. Una maniobra que haga olvidar las críticas que han recibido los concejales podemitas de Madrid tras culpar a la policía municipal de los incidentes acaecidos en el barrio madrileño de Lavapiés tras la muerte de Mame Mbade, el mantero senegalés fallecido a resultas de una parada cardiorrespiratoria.
El sectarismo de algunos de los regidores de Podemos en el Ayuntamiento de Madrid convive con la inteligencia de otros dirigentes nacionales del partido quienes ante la torpeza de sus camaradas municipales decidieron tirar por la calle del medio proponiendo la legalización de la piratería ambulante. Y, como habría previsto Alcibíades, ya se habla de otra cosa.
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