No se puede esperar más. Hay que pasar a la acción. Es necesario un cambio de rumbo político y no dejar pudrir más las tendencias regresivas e inquietantes que se observan en la sociedad española. La puesta en marcha de una autentica reforma democrática desde las bases de la ilustración española, con sentido de Estado, y más allá del espíritu partidista, en el que están instalados los partidos, deberían ser los cimientos de la nueva etapa política.
Crisis institucional El Partido Popular da síntomas no solo de agotamiento ideológico sino de descomposición política. Necesita una refundación de principio a fin, por el bien de la democracia. Con respeto a Mariano Rajoy ha cumplido su ciclo con creces y sería el momento de asumir que es el momento de la generosidad y de dar un paso atrás como hicieron anteriormente J. L. R. Zapatero, que renunció a presentarse en las últimas elecciones, o José María Aznar, que no quiso prolongar sus años de mandato.
Igualmente, el conflicto catalán ha entrado en una vorágine de descalificaciones que todo apunta a enfrentamientos civiles. El país no puede ni debe seguir así. Nos estamos jugando el bienestar y la convivencia. Se hace más necesario que nunca un nuevo relato político que nos saque de este letargo e incertidumbre de parálisis y bloqueo. El ex ministro José Manuel García-Margallo lo expresa con fundamento en su libro Por una Convivencia Democrática, un proyecto de renovación para España.
Controlar la agenda Lo primero y prioritario es no dejar que la agenda política siga dominada por el independentismo radical y las corrupciones, base del circo mediático en el que llevamos tanto tiempo conviviendo. No es fácil hacerse con la agenda, pero tampoco imposible. Es fundamental poner sobre la mesa un verdadero programa de cambio y regeneración de la vida política española, con valentía y audacia.
La marcha de Rajoy abriría un periodo de transición que vendría muy bien para oxigenar el ambiente político. Se necesita un nuevo liderazgo con sensibilidad democrática y visión de Estado. Líderes del perfil de Alberto Núñez Feijóo, presidente actual de Galicia, o de Ángel Gabilondo, uno de los mejores socialdemócratas humanistas, por poner algunos ejemplos. Se trata de sumar a la mayoría de los ciudadanos a este proyecto y aunar consensos entre los partidos.
El tema catalán requiere también con urgencia una operación de Estado. Se ha vivido de espaldas a Cataluña, la región más rica y productiva y centro de nuestra cultura literaria. No estaría mal llevar el Senado a Barcelona y repartir la capitalidad de España entre las dos grandes ciudades. Además, el rey podría trasladar unos meses al año su residencia a Pedralbes como símbolo de la importancia que Cataluña tiene para España y del afecto de millones de españoles. Un golpe político de esta orientación si lograría dominar la agenda política por mucho tiempo y tendría a la mayoría del país detrás.
La reconciliación Una ambición de país, para mejorar, para avanzar. Un cambio acorde con la nueva generación de españoles formados en las mejores universidades europeas y americanas, ejemplo de una sociedad civil viva y emprendedora. “Cuando en España le fallan las elites, la gente demuestra una gran sensatez. Esto es una crisis, es decir una oportunidad” es la tesis de la historiadora Elvira Roca. Finalmente, este país necesita encontrar un camino de reconciliación que deje atrás el cainismo hispánico de unos contra otros. Sería la vía de una nueva cultura política y una nueva ciudanía necesaria para afrontar los retos de futuro.
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