A raíz de la merecidísima incorporación del Profesor Federico Corriente a la Real Academia de la Lengua y de su discurso de ingreso, en el que ha mencionado a Almería entre los arabismos toponímicos, se ha despertado un especial interés por volver sobre el origen etimológico de esta ciudad.
Entre las muchas propuestas, no merece la pena entrar en aquellas que no toman a la lengua árabe como referente, pues Almería, en su origen, es considerada una ciudad de nueva fundación y, claramente, se le dio un nombre árabe. Y ¿cuál fue ese nombre? Pues, como es bien sabido, inicialmente "Mariyat Bayyana" (la Almería de Pechina), en un claro estado constructo en árabe por su relación de dependencia con la vecina Pechina, que era la ciudad importante cuando Almería era una mera pedanía dependiente administrativamente de aquella. Y así se llamó hasta que Almería fue convertida en medina o ciudad por el califa Abd al-Rahman III en el año 955 y fue, progresivamente, suplantando a la que puede ser considerada su madre. Por ello, perdió la relación de dependencia y pasó a ser al-Mariya, de donde procede claramente su actual nombre de Almería.
Pero, ¿qué significa Mariya, con indeterminación, o al-Mariya, determinada? Esa es la cuestión. Antes de entrar en materia, quiero manifestar que siento por el Profesor Federico Corriente una gran admiración, pues aprendí árabe con uno de sus métodos y también con sus diccionarios y continué y continúo ampliando conocimientos con sus múltiples y sólidas investigaciones, admiración que se une a una gran gratitud por su amabilidad al publicar con la Fundación Ibn Tufayl, que presido, uno de sus libros, el realizado con el Profesor Pedro Chalmeta "El buen gobierno del zoco" de al-Saqati, así como acceder a asesorarnos en la revista "Alhadra. Revista de la Cultura Andalusí". Sin duda, el Profesor y ahora Académico Federico Corriente es uno de los más prestigiosos arabistas, así como, sin duda, el mayor especialista a nivel mundial en dialecto andalusí.
Coincido con él en derivar Almería del verbo "ra'à" (ver) en árabe, descartando que sea del nombre de instrumento de esa raíz "al-Merâya" (en dialecto), que significa espejo –y de donde procedería el erróneo étimo de espejo del mar–, pues los andalusíes escribían, claramente, "al-Mariya", con diferente escritura y acentuación. Pero disiento de él en que se haya de entender que procede del participio pasivo, "al-Mar'iya", la vista, aludiendo a la novia desvelada en el momento de ser desposada. En su "Diccionario de arabismos" alude a que existía un impuesto sobre las bodas mudéjares que recibía ese mismo nombre, "almería" y que, claramente, se refería a la ceremonia en la que la novia era desvelada, o sea, vista por el esposo. Pero no creo que haya que relacionar este uso y esta coincidencia con el topónimo.
Y, entonces, ¿de dónde derivaría Almería como topónimo? Pues, sencillamente, del nombre de lugar, al-Mariya, con el significado de ‘lugar desde el que se ve’, que comenzó siendo una especie de torre vigía de Pechina, con un punto intermedio, situado en Torre Cárdenas, para que hubiera contacto visual entre ambos lugares y posibilidad de tocar arrebato cuando fuese necesario.
Creo que tiene más sentido esta etimología, sobre todo al ser llamada primero "Mariyat Bayyana" (la Almería de Pechina), y con mayor razón cuando el tradicionista y geógrafo almeriense al-Udri, en el siglo XI, aludía a que el origen de su ciudad fue el ser punto de vigilancia y custodia (empleó el término "maharis", plural de "mahras", lugar de vigilancia).
Se documentan otras Mariyas en al-Andalus. Cabe citar, por ejemplo, Mariyat Ballish (la Almería de Vélez), que nunca llegó a perder su dependencia de Vélez Málaga y quedó en la actual Torre del Mar. Por otra parte, en el volumen V del "Muqtabis" del gran historiador cordobés del siglo XI Ibn Hayyan, en cuya edición y traducción participó el Profesor Corriente, figuran dos Mariyas; en este caso en el interior y no en la costa: una en Jaén y otra en Zaragoza, que no parecen haber dejado rastro en la toponimia actual y que también fueron lugares defensivos.
Como muy atinadamente apunta Corriente, la mayoría de los arabismos tienen su explicación en el uso del dialecto andalusí. Eso explica, por ejemplo, que una de las puertas de la ciudad de Almería haya dado lugar a múltiples confusiones. Se trata de Bab al-Murabbà, que se encontrataba en el cruce entre la Rambla Federico García Lorca y la Calle Rueda López, junto al actual Instituto Celia Viñas. Al-Murabbà, en clásico, significa "mermelada", lo que no tiene ningún sentido. De ahí que Manuel Sánchez Martínez, cuando tradujo el texto de al-Udri, que es quien la cita, propusiera que había un error y había que entender "al-Marsà" (el puerto), en lugar de "al-Marbà" (sin sentido), que es como leía él la palabra.
José Ángel Tapia, que había encontrado en los textos castellanos "Puerta del Morabi" rectificada esa lectura para que fuese la de al-Marbà, cuando en realidad "el Morabi" nos estaba indicando la pronunciación dialectal, con la imela, de "al-Murabbà", otro nombre de lugar (de una forma derivada en este caso y que coincide con el participio pasivo) que, en dialecto andalusí, al menos el hablado en la región de Almería, significada "Vega", en el sentido de "lugar en el que se cultivan plantas".
La Vega de Almería comenzaba entonces al otro lado de la rambla. El verbo "rabbà" puede aludir a educar o criar personas, animales o plantas. Esa propuesta que hice hace ya veinticinco años está hoy aceptada. Incluso, Robert Pocklington, gran especialista en toponimia, encontró un paraje en Fiñana llamado "la Morapa" con el mismo significado (en este caso pronunciado sin imela).
Queda mucho aún por desvelar del rico pasado andalusí. Por eso, creo que hay que congratularse de que la RAE haya creído necesario incorporar a un eminente arabista, como es el caso del Profesor Federico Corriente, llenando así un vacío en la institución, máxime cuando está en curso de realización el "Nuevo Diccionario Histórico del Español", para el que, sin duda, tendrá mucho que aportar el nuevo académico.
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