La edición, con motivo del mundial futbolero en el que estamos inmersos, de una guía para evitar problemas a los gays en el país anfitrión me ha recordado una historia que comienza con el gran Elton John autodefiniéndose como un hombre sencillo. Nada más lejos si echa un vistazo a su trayectoria, vital y musical, plagada de excentricidades y coloridos sombreros y gafas. Pero su música, que es lo que importa, siempre ha estado llena de imaginación y bellísimas melodías. Hace cuatro décadas editó uno de sus discos menos valorados, aunque muy especial para mí, A single man, el vinilo que ocupo el lugar número dos de mi entonces exigua discoteca casera. Su título no era más que un divertido juego de palabras que aludía a la soltería del cantante en esa época y, a la vez, a su supuesta sencillez, desmentida con la misma imagen de portada, en la que posaba, elegantemente ataviado, con el castillo de Windsor de fondo.
Esta grabación, aun habiendo cambiado a su letrista Bernie Taupin por un menos conocido Gary Osborne – nada que ver con Bertín – suena a gloria, con pianos cristalinos, grandes músicos de estudio donde destacaba el guitarrista Tim Renwick y ese aire a medio camino entre puro pop británico y ciertos toques americanos. Part-time love fue el single que llamó mi atención, con toques de la disco-music del momento. Madness - un alegato contra el terrorismo del IRA, lamentablemente vigente en nuestros días si cambiamos las siglas - me impresionó en su momento y lo sigue haciendo.
Sus incursiones jazzísticas como el new-orleans Big Dipper o la etérea Shooting star dejaban clara su versatilidad y buen gusto, y no faltaban baladas marca de la casa como el inicial Shine on through o el himno ‘Georgia’.
Recibió tantos palos de la crítica– a la Rolling Stone le faltó sentenciarlo a la cámara de gas – que prácticamente no giró con sus canciones y las condenó al ostracismo, salvo precisamente la más insulsa y simplona, A song for Guy, instrumental dedicado al chico de los recados del estudio fallecido durante la grabación. Aún así, una canción sin sustancia no empaña un disco realmente sólido. Y curiosamente, a pesar de las malas críticas, Rusia se estrenó editando por primera vez allí un disco del británico. Eso sí, la homofobia de los hombres de las estepas ya hacía acto de presencia, así que no dudaron en eliminar un par de canciones por supuestas alusiones a la homosexualidad. Cuarenta años después me parece vergonzoso que dos sencillas personas del mismo sexo sigan sin poder pasear de la mano por los dominios de Putin sin temerse lo peor.
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