El día que se escriba la historia de RTVE, si es que alguna vez se escribe, se escribirá la historia de un secuestro, el del derecho de los ciudadanos españoles a disfrutar de unos medios de comunicación de calidad, objetivos y neutrales (no neutros, neutrales), insumisos al sectarismo político y a los designios de las empresas privadas, afectos a la información veraz y a la Cultura, y orientados exclusivamente, en consecuencia, al servicio de la sociedad. A esa historia, si es que se escribe algún día, habrá que añadirle el capítulo de lo que ha ido sucediendo éstos días a cuenta del nombramiento del nuevo presidente de la corporación, que, como siempre, más ha parecido la apropiación y reparto de un botín que la apuesta por entregar a la sociedad el bien escamoteado que le pertenece.
Cuando se habla de lo anteriormente expuesto, de los propósitos y requisitos que ha de cumplir una radio y una televisión pública dignas de ese nombre, no se habla de una utopía ni de un ideal, sino de una necesidad social que puede perfectamente satisfacerse con un poco de honesta y firme voluntad política. Ahí está, con todos sus defectos pero también con todas las cualidades que se le requieren, la BBC, tan inclinada a la independencia como molesta al poder, a los poderes. Sería impensable que un gobierno la pusiera en almoneda como, al parecer, ha pretendido hacer éste del PSOE que decía venir a enterrar las sucias prácticas de los anteriores, entregándola secretamente a un socio, Podemos, en pago a no se sabe qué, o sí se sabe.
Desde su fundación, RNE por los rebeldes en plena Guerra y con material nazi, y TVE por los mismos veinte años después, la corporación pública ha estado secuestrada por un poder sectario en lo político y zarrapatroso en lo cultural y social. Pese a ello, y ésto es lo único que infunde esperanza, los trabajadores del medio (se decía que RTVE era un nido "de rojos", que es como se llamaba a los demócratas) lograron a menudo lo imposible en tan estrechos límites, ofreciendo programas y contenidos de gran factura. Y en éstos días han vuelto a darnos esperanza movilizándose, vistiendo de negro, oponiéndose al cambalache con que se ha querido perpetuar, bien que con otros nombres y otras siglas, el secuestro.
Ojalá algún día se escriba la historia de ese secuestro, sin necesidad de añadir más capítulos.
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