Nos es la hora de los agoreros ni de los halcones

Fernando Jáuregui
00:30 • 11 jul. 2018

Asistí a la rueda de prensa de Quim Torra el lunes en la librería Blanquerna, que sirve de cuartel general de la Generalitat para actos en Madrid. Cuatro veces repitió que salía esperanzado por el ‘nuevo clima’ que había encontrado horas antes en su encuentro con Pedro Sánchez en La Moncloa. Algo que, hace exactamente cuatro años, cuando Artur Mas llegó a la capital para hablar con Rajoy, no escuché, estando en el mismo escenario, sino más bien todo lo contrario: las cosas habían ido mal y las puertas se habían cerrado. Luego, en estos cuatro años, pasó lo que pasó, todo malo.


Así que es llegada la hora, me gustaría pensar, de abrir esas puertas a la esperanza. Las cosas, si se quiere, pueden desbloquearse, y ni Sánchez me parece tan incapaz como le quieren pintar algunos, ni Torra me dio la impresión de ser tan cerril como lo sugerían algunos de sus planteamientos pretéritos, supremacistas, de los que me parece que ya no quiere ni acordarse; no está el horno para esos bollos y él, que tiene fama de muchas cosas, pero no de tonto, me parece que lo sabe.


Ignoro cómo irán acercándose posiciones, qué concesiones -llamémoslas así, aunque a veces la semántica vaya en contra de los acuerdos - habrán de hacer ambas partes, qué pasos concretos se darán en el difícil camino de mantener la unidad de la patria y la concordia entre sus territorios. Hay mecanismos, legales, económicos, de hecho y de derecho. Solo sé que no es la hora ni de los agoreros ni de los halcones. Y, en este momento, en el que parecía que algo de aire fresco entraba por las ventanas, hay quien quiere cerrar de golpe las murallas del patrioterismo.



Me preocupa la postura de un partido al que considero tan sensato, viable y de futuro como Ciudadanos. Tanto Albert Rivera como algunos de sus más prometedores militantes, con Inés Arrimadas a la cabeza, parecen empeñados en sobrepasar al PP por la derecha - como si esto fuese cosa de derechas e izquierdas - negando la bondad de encuentro alguno entre Sánchez y Torra (hasta que este “no se arrepienta” -¿?-), y menos, claro, la conveniencia de que el presidente del Gobierno central viaje a Barcelona para de nuevo encontrarse allí con el president.





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