El hombre sabio encuentra en la duda el mismo o superior placer que en el conocimiento. Apliquen el enunciado también a las mujeres, por si acaso la brigada de Ofendidos Sin Fronteras viere en la frase una intolerable muestra de machismo excluyente. En todo caso, lo que quiero decir es que la certeza es en muchas ocasiones enemiga del logro, como bien definió Borges, con B, al decir que la duda era uno de los nombres de la inteligencia. Y el curso comienza en Andalucía con la duda razonable de saber si la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, disolverá el Parlamento y convocará elecciones antes de tiempo y los andaluces tendremos que votar este mismo otoño. Los susanólogos más prestigiosos cavilan estos días con el único elemento de análisis sobre el que no puede caber la más mínima duda y que no es otro que doña Susana volverá a actuar llevada de su principal y único interés, que no es otro que ella misma con su marisma. En este sentido, cualquiera puede ver que a nuestra presidenta no le interesa lo más mínimo que la campaña electoral le coincida con el emplatado de la sentencia del caso de los ERE, que por mucho que se empeñen los Servicios Desinformativos de la Junta y por mucho que insista el Gobierno central con las paranoias góticas de las criptas y los desenterramientos de momias, va a ser de las que hacen época. Y es que poco a poco va perfilándose la realidad judicial de la que, en términos cuantitativos y cualitativos, es la mayor estafa de la ya larga historia delictiva de nuestra democracia. Más pronto que tarde van a publicarse las sentencias contra los altos cargos de la Junta de Andalucía que no sólo fomentaron, ampararon y silenciaron el robo del dinero de los parados, sino que además se lo llevaron calentito. Ese matiz delictivo, que ya empieza a asomar las orejas por el sumario, va a ser decisivo para evitar que unas cosas coincidan con otras. Por lo tanto, no descarten que con la caída de la hoja vayan a tener ustedes una papeleta en la mano.
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