La llamada de un amigo, a primera hora de la mañana, me sorprende en un desayuno de trabajo con Albert Rivera y su 'hombre para Madrid' Ignacio Aguado: "Oye, ¡que sales en los papeles de Villarejo!". Y una carcajada al otro lado del móvil. Luego me llamaron más conocidos. Eso me lanzó a la búsqueda de la última filtración publicada de las conversaciones del tristemente famoso comisario, ahora con la ex secretaria general del PP y ex ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal.
Efectivamente, allí estoy yo; la señora Cospedal le dice a Villarejo que tiene que esperar un poco para poder subir a la sede del PP en la calle de Génova sin ser visto por nadie, porque allí estaba quien suscribe, entrevistando a alguien en la planta en la que ambos se tenían que encontrar. "Pero es que no terminaba de irse, no terminaba de irse, no terminaba de irse...", dice, supongo que refiriéndose a un servidor, la ex secretaria general a su interlocutor, el hombre que acaba de meterla, nueve años después, en un buen lío que va a costar la carrera política a la mujer que tantas cosas fue en este país nuestro.
He buscado por todos los archivos posibles, tratando de averiguar con quién me encontraba yo este día en la sede de los 'populares'. Pero, claro, han pasado nueve años y uno no hace más que hablar, entrevistar, a mucha gente.
A saber con quién estaba yo departiendo en busca de noticias y 'no acababa de irme, no acababa de irme, no acababa de irme' para que subiese el comisario a conspirar sobre quién sabe qué. No puedo por menos de sonreir, al menos, pensando que, por mi culpa, se retrasó el encuentro entre la esposa de Ignacio López del Hierro -que es quien está en el epicentro de este volcán- y el comisario cuyo mero contacto resulta más que pringoso.
La verdad es que de poco me hubiese enterado, incluso en el caso de que hubiese visto a Villarejo entrando al despacho, puesto que ni conocía, ni conozco, ni espero conocerle, al comisario-espía.
Lo que hubiera podido ser un notición, de haber tenido yo toda la información, me pasó esta vez rozando, pero qué quiere usted: no me enteré de la trama que se iba a desarrollar en aquel mismo piso de Génova del que me fui tranquilamente, por lo visto ya de noche.
Me hace poca gracia figurar, aunque sea tangencialmente, en los 'papeles de Villarejo', un hombre que ha ensuciado todo cuanto ha tocado. Pero este sucedido, que me veo forzado a relatar en primera persona, me ha servido al menos para reafirmarme en algo de lo que siempre he estado bastante convencido: no importa quién cuente los escándalos, ni de dónde provengan las informaciones escandalosas, si son ciertas.
Apañados estaríamos los periodistas si tuviésemos que atender a la pureza de nuestras fuentes en cada información que nos llega.
Noticia es todo aquello que alguien no quiere que se publique y yo, si estas grabaciones del policía infame hubiesen caído en mis manos, por supuesto me hubiese apresurado a publicarlas, por supuesto sin contrapartidas.
Incluso aunque saliese, como parece que salgo, como el pelmazo que 'no se iba, no se iba, no se iba' para que la señora Cospedal hablase tranquilamente de sus cosas, y de las de su marido, y quién sabe si de las de más gente, con el comisario que aguardaba allí abajo a que yo me marchase. Incorporo esta anécdota, para mí impagable, al futuro libro de memorias, o lo que sea.
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