La política de pactos postelectorales de Ciudadanos ha estado meridianamente clara hasta ahora. Facilitaba el acceso al Gobierno del partido que obtenía más votos y escaños a cambio de ciertas exigencias. En todos los casos renunciaba a formar parte de los ejecutivos. Cuando los periodistas preguntaban a Albert Rivera por esta facilidad que daba a determinados partidos para conformar Gobierno tenía una respuesta simple: “Porque es el que ha ganado las elecciones, ya me gustaría a mí que las hubiera ganado Ciudadanos”. Y cuando se le requería por su posición negativa a aceptar consejerías, la respuesta era igualmente convincente: “Ciudadanos no es como los viejos partidos, no está para buscar sillones”.
Esta postura la ha mantenido Ciudadanos desde que dio el salto de Cataluña a la política nacional. Susana Díaz (PSOE), en Andalucía, fue investida presidenta con el voto favorable del grupo encabezado por Juan Marín. Cristina Cifuentes y Ángel Garrido (PP) accedieron a la presidencia de la Comunidad de Madrid con el voto positivo del grupo dirigido por Ignacio Aguado. Y en Murcia, Pedro Antonio Sánchez y Fernando López (PP) también consiguieron la presidencia del Gobierno autonómico gracias a los votos de los diputados de Ciudadanos.
Con la convocatoria de las elecciones en Andalucía algo cambió en Ciudadanos. Durante la campaña electoral Juan Marín no se cansó de repetir a Juanma Moreno (PP) que “usted y yo siempre nos vamos a entender”. Y el propio partido, por boca de todos sus portavoces, recordaba a Susana Díaz continuamente que “usted no va a ser más presidenta con nuestro voto”. Este cambio de estrategia de Ciudadanos –más que el cambio de estrategia, la insistencia en anunciarlo públicamente- sorprendió a una parte del electorado, pues no suele ser habitual que un partido anuncie antes del día de la votación con quién va a pactar posteriormente. Ciudadanos debería estar seguro de superar en votos al Partido Popular para actuar de esa forma. De hecho, la mayoría de los sondeos así lo certificaban. Finalmente los electores han decidido votar más al PP que a quien se postulaba como su compañero de viaje. El original antes que la copia, que se suele decir.
Los resultados de las elecciones andaluzas han dado a Ciudadanos un importante incremento del número de escaños. Pero no los suficientes como para superar al PP. Y tampoco los suficientes como para prescindir de la colaboración de un partido de extrema derecha como es Vox. Por esta doble circunstancia, Ciudadanos vive un momento de incertidumbre. Quien se define como un partido progresista, europeísta, liberal, moderno, ahora se debate entre dos opciones a cuál menos deseada: una, dejar que siga gobernando el PSOE, incumpliendo sus juramentos preelectorales, y otra, facilitar la presidencia al Partido Popular en un triple acuerdo con un partido como Vox que tantos rechazos recibe en Europa por la radicalidad de sus posiciones.
Con las elecciones andaluzas Ciudadanos ha decidido perder su virginidad. Algún día tenía que dar ese paso, porque no se puede vivir eternamente en el limbo. Podía haber entrado, si lo hubiera deseado, en los Gobiernos de Andalucía, Madrid o Murcia con un simple pacto a dos. Ahora, que ha decidido formar parte del ejecutivo andaluz, el pacto a dos no es suficiente; es necesario un pacto a tres. Pero el tercero en discordia no es un partido cualquiera. Es un partido que choca frontalmente con los postulados ideológicos que a Ciudadanos le han dado valor y que son los que tiene homologados en Europa.
Ante un panorama como éste es lógico que Ciudadanos no sepa cómo perder su virginidad. Al final tendrá que retratarse porque no se puede vivir siempre en la indefinición. Y las opciones son dos: o sigue gobernando Susana Díaz o facilita el acceso de la presidencia a Juanma Moreno con el necesario concurso del repudiado Vox. Tome un camino u otro, en lo sucesivo Ciudadanos será mirado de distinta manera.
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