Si es verdad -ya lo hemos repetido unas cuantas veces- que Pedro Sánchez piensa en 'tirar' de algunos de los actuales ministros para colocarlos como candidatos en las municipales, autonómicas o europeas, sería muy conveniente que, a la vista de cómo andan las cosas, hiciera una auténtica crisis en su Gobierno, que removiese otras fichas ya desgastadas o descolocadas.
Que, en suma, hiciese una Crisis con mayúscula para afrontar los nuevos retos que plantea este año, a la vista de que cada día parece más evidente que, ocurra lo que ocurra, su intención es permanecer en La Moncloa hasta junio de 202... por lo menos. Ya lo dijo hace unos días: "que esperen sentados (PP y Ciudadanos, se supone) porque vamos a gobernar hasta 2020". Frase algo chulapona a la que no quisiera buscar sus connotaciones más profundas.
Pero no será, desde luego, con este mismísimo equipo, donde unos ministros están abrasados, otros algo tiznados, alguno harto, tal otro desalentado y varios funcionando a plena satisfacción, como llegue a las playas de la primavera de 2020.
Desde luego que no osaré hacer mi propia quiniela de 'salientes' y más aún de entrantes. Solo digo que si doña Reyes Maroto va a ser candidata para Madrid, como dicen, y don José Borrell está más que harto y es 'candidatable' a las europeas, como aseguran, bien haría el presidente Sánchez en afrontar el trascendental juicio a los secesionistas catalanes, que amenaza con convertirse en un espectáculo circense, con otro equipo en Justicia. Y que dedicase a la ministra de Educación a ser solamente -y nada menos- eso: ministra de Educación y no, además, portavoz. Y que los perfiles de actividad de la vicepresidenta, del ministro de Fomento -que es más portavoz del partido que otra cosa-- y otros varios se concretasen y se trazasen con rasgos más cuidados.
Que no digo yo, conste, que el Gobierno en conjunto no funcione. No sería justo. Ahí tenemos a la señora Batet realizando me parece que una eficaz labor negociadora en las sombras en Cataluña, para lo que valga; a la titular de Trabajo, por poner apenas unos ejemplos, sin dar que hablar de otra cosa que de su labor con muchos más aspectos positivos que negativos.
Vienen tiempos de retos para las instituciones, comenzando por el propio Rey, a quien quieren llevar a declarar --¡¡!!- en el juicio contra los separatistas que quieren convertir a Cataluña en una República; tiempos de enorme asombro, en los que algunos procesados y sin duda próximamente sentenciados por, al menos, sedición tratan de concurrir a las elecciones. Son tiempos de confusión y, sobre todo, véase Andalucía y la emocionante sesión de investidura de este martes, tiempos de cambio, en los que ya no cabe amparar con una sonrisa benévola escraches de manifestantes contra quienes, tan legítimamente como Sánchez en España, se han hecho con el poder en Andalucía, nos guste o no nos guste.
Sánchez tiene que ser consciente de este Cambio, con mayúscula, que se está produciendo, para bien y para mal, en el conjunto de la sociedad española y en sus representantes. Nada puede ser ya como ha sido hasta 2018. El Ejecutivo, tan aficionado -como sus antecesores, claro- a ocupar las mayores parcelas de dominio que pueda, incluso a costa de los otros poderes de Montesquieu, ha de estar ahí para asegurar el buen funcionamiento del engranaje de los tres poderes, no para pisotear a los otros dos. Para garantizar que la democracia y las libertades, comenzando por la de expresión, avanzan, no mirando hacia otro lado cuando retroceden. Y eso solo se consigue con un Gobierno conjuntado, cohesionado, ajeno a protagonismos individuales para, en cambio, enfocar su actividad en el progreso democrático del país. Un Gobierno en el que todos, ejem, digan lo mismo.
Así, con el actual elenco, lleno sin duda de gentes de buena voluntad, aunque alguna manzana podrida puede que haya quién sabe -hace tiempo que no meto la mano en ningún fuego--, con este Consejo de Ministros tal y como está, seguiremos en el zigzag, en la inseguridad jurídica y moral, en la desconfianza de los representados en sus representantes. Las crisis, como el fracaso, son fuentes de experiencia y de nuevos ensayos. Por eso, pienso que Pedro Sánchez habría de forzar una Crisis en su propio entorno. Y luego, elecciones. Y antes, quizá, ese gran debate sobre el estado de la nación, que, con o sin Presupuestos, ya debería estar convocado con fecha concreta y definitiva. Un calendario para el Cambio. Con mayúscula, por supuesto.
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