J usto en el momento que presagia el final, cuando las sombras del cosmos se ciernen sobre la gran Marea, Pilar Quirosa-Cheyrouze (Tetuán, Marruecos 1956-Almería 2019) desvela los infinitos enigmas de sus palabras y permanece serena, segura, indagadora en su refugio: “Acqua Alta” (Playa de Ákaba, 2018). Es su último poemario publicado, pero no el final de su poética inmortal. Horizonte y esperanza de luz, en una dedicatoria al infinito, cuando todavía suena el eco de su reciente desaparición.
El poemario “Acqua Alta”, que recoge a sabiendas el mismo título de una novela de Dona Leon, tiene su origen en una plaqueta de 2015, que fue trasformándose hasta completar el círculo. Está estructurado en cuatro partes: ‘Cuaderno de invierno’ (la luz que permanece impasible/a la espera de retornos), ‘Frontera Norte’ (Sola ante el mundo,/siguiendo el vuelo de las cometas), ‘Frontera Sur’ (De la tierra primigenia, fecundaremos el barro), ‘Frontera Este’ (Lo que nos dejó la lluvia/para viajar en círculos), ‘Frontera Oeste’ (ya ocurrió el prodigio/que incendió de luz/todas las sombras) y ‘Acqua Alta’ (Regreso a la vida/ataviada de mensajes). Sin que eso suponga poner límites al discurso de las palabras libres. En poesía no hay fronteras en realidad. Y el mundo enigmático del cosmos, que siempre acompañó a Pilar Quirosa-Cheyrouze, se deja llevar y pone luz sobre las sombras y los enigmas que aportan la verdad.
En “Acqua Alta” están presentes los elementos de la poética de Pilar Quirosa- Cheyrouze, sin necesidad de entrar en la búsqueda de respuestas a los interrogantes que justifican el lenguaje de la poesía. Ella establece nuevas reglas vitales. La vida está más allá.
Y esa es su búsqueda. Hay algunos conceptos que explican la identidad de la poeta: palabras, ideas, imagen, luz, que explican las referencias a hechos determinados del cine, con el neorrealismo italiano y el poder inconmensurable de la imagen (‘Stromboli, terra di Dio’, de Rossellini): “La misma lucha del hombre para escapar de las fuerzas de la naturaleza”. El poder de la imagen crea la sensación interior de lo poético. La ‘Cúspide solar’, con Víctor Erice en “El sol del membrillo” (reivindicando un territorio ignoto/de grietas y artificios). De la música, con la propuesta de imaginación de Lenon. Alude a los instantes, a la frágil realidad de cada historia. Al sentido de la Mujer cuando éste sólo se explica y se transforma con la luz, el Universo, la génesis, el amanecer, las aves y el alba. La actualidad cotidiana, cuando la actitud poética sopla sobre las tragedias en un mundo fantasma. Y así surge el sentido de su camino: El hielo y el fuego/caminando siempre/en dirección a la belleza.
Conciencia del triunfo, de cierto idealismo religioso, del juego con las palabras cuando elimina las fronteras. Pilar Quirosa-Cheyrouze hizo mención en algún momento a dos poemas concretos por la singularidad del juego de las palabras. ‘Rejas’ en la Frontera Norte, y ‘El escurridizo’, en la Frontera Este, con versos que se reencuentran en distintos lugares (Te llaman, te observan, te disparan/en este piélago que te hunde/a cada instante./Lo sabías:/ no era fácil mantener el equilibrio). Juego de ironía, frente a las injusticias, con apenas variaciones, con toda la intención de sembrar heterodoxia.
De momento el periplo poético de Pilar Quirosa-Cheyrouze reivindica el silencio. Al final aparente: La lluvia empapando/las cenizas del tiempo./Cada Muerte en Venecia.
Entones era invierno. Pero nunca el final. Regresa el eco poético de la autora a aquel momento inicial con “Orión” (1990), su primer poemario, un espíritu que nunca ha abandonado, para comprender mejor el espectáculo de la tierra. Por eso nunca puede haber un final. La vida poética de Pilar Quirosa-Cheyrouze permanece para siempre en este Sur, sin fronteras, mientras la gran Marea va y viene.
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