No es creíble la estimación de intención de voto que el último estudio del CIS asigna al Partido Popular: 14,9%. 15 puntos porcentuales por detrás del PSOE. Pero, más allá de la cocina de José Félix Tezanos, lo cierto es que hay otras encuestas en las que los populares no remontan. Y no me refiero al resultado que cosecharon en las elecciones andaluzas. No habría sido justo intentar medir el llamémosle “efecto Casado” en ocasión de aquellos comicios porque su nombramiento como presidente del PP se había producido el 21 de julio y las votaciones andaluzas tuvieron lugar el 2 de diciembre. Con el verano de por medio y con un líder, Pablo Casado, que era menos conocido que los otros aspirantes a suceder a Mariano Rajoy que quedaron por el camino habría sido una proeza que la llegada del nuevo presidente hubiera conseguido cambiar el signo de los pronósticos que apuntaba un descenso importante de los populares. Pronósticos que se cumplieron -el PP obtuvo la mitad de escaños que en el 2012-, pero el PSOE también se la pegó y por obra de la aritmética parlamentaria -el pacto con Ciudadanos y el apoyo de Vox-, hoy, Juanma Moreno Bonilla, es presidente de la Junta de Andalucía y, por lo tanto, se suma al club de los barones regionales que tienen mando en plaza.
Club en el que destacan el gallego Alberto Núñez Feijóo y también Juan Vicente Herrera, presidente de Castilla y León. Ninguno de ellos manifiestan sentir un entusiasmo desmedido respecto de algunos aspectos del discurso de Pablo Casado. Discurso que si no en la letra, en la música, recuerdan viejos postulados de Alianza Popular. En su día el mérito de José María Aznar fue aglutinar todas las corrientes y familias de la derecha española con un proyecto centrista que en dos elecciones generales también contó con el apoyo de quienes habían sido votantes de la UCD. Quizá por efecto del deslumbramiento y en cierto sentido, también el temor provocado por la irrupción de Vox, el estado mayor que asesora a Pablo Casado se ha visto obligado a incluir en sus intervenciones asuntos y opiniones sobre cuestiones que hasta la llegada del partido de Abascal no formaban parte de la agenda del PP.
El viejo dilema del original y la copia, en este caso, a mi modo de ver, perjudica a los populares. Ahora que el PSOE ha unido su destino a los vaivenes de Pedro Sánchez con Podemos parecía el momento de plantear a los españoles, en su mayoría hartos de la demagogia populista, una oferta política de centro. Durante años, a Núñez Feijóo esa fórmula le ha dado muy buenos resultados. Todo está, pues, inventado. El reto consiste en saber elegir el camino adecuado.
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