Ruiz Mateos

Ruiz Mateos

Emilio Ruiz
20:30 • 15 sept. 2011
El "caso Nueva Rumasa", que tiene como protagonistas principales a José María Ruiz-Mateos y sus seis hijos -varones, por supuesto-, es tan repugnante que cuesta creer que todavía puedan suceder cosas así. No solo han estafado a los bancos, han arruinado a proveedores y han roto las ilusiones de un montón de cándidos ahorradores, sino que, encima, se ríen de ellos ante sus propias narices. La última "representación" familiar fue tan grotesca como todas las demás. Más desvergüenza junta es imposible. Han anunciado la venta de sus empresas por 1.500 millones al grupo empresarial de Ángel Cabo Sanz. 1.500 millones de euros es justamente el pasivo de las empresas. Es decir, que las han vendido por cero euros. Por las deudas. ¿Y quién es el tal Ángel Cabo? Pues menudo personaje. Este hombre es el mismo que compró hace unos meses Viajes Marsans, y antes, la constructora Teconsa. Su misión en esta vida es comprar, gratis, empresas en quiebra para liquidarlas poco a poco. En el proceso, repesca todo lo que puede, posiblemente en connivencia con los antiguos propietarios. Arriesgar, como se ve, no arriesga nada, pues quien compra ni siquiera es él a título personal, sino una empresa pantalla. En este caso, la empresa esBack in Business, que tiene un capital social de 3.000 euros. Y esta empresa será, según Ruiz-Mateos y sus seis hijos -varones, por supuesto-, la que hará frente a las obligaciones contraídas, pues "la compra no altera las garantías concedidas a los inversores de los pagarés de Nueva Rumasa". ¡Habráse visto más cinismo! No hace falta ser un adivino para saber cómo va a terminar toda esta historia: aquí, desgraciadamente, el que más puso, más perdió. Don José María y sus seis hijos -varones, por supuesto- ya habrán limpiado su conciencia ante su confesor de cabecera, que esa es la ventaja de ser creyente. Con dos padres nuestros habrán pagado sus tropelías. Los "jayeres" los tendrán a buen recaudo. Eso sí, a los inversores siempre les quedará el consuelo de tomarle la palabra de aquello que dijo: "antes de fallaros, me quitaría la vida... si mi religión me lo permitiera". Pero, qué casualidad, su religión... es que no se lo permite.






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