El caladero del votos que representa el nutrido banco de los pensionistas incita a que los pescadores de votos, no sólo saliven, sino que babeen ante semejante botín. Y echan las redes. Y cada uno sube el importe del anzuelo sobre lo que pagarán ellos a los pensionistas, si gobiernan. ¡Ah! Y la renta básica para los jóvenes que no encuentren trabajo, con objeto de que cobren por no hacer nada.
¿Seiscientos euros mensuales? Eso es poco. Mejor ochocientos euros mensuales, a nivel del salario mínimo, de tal manera que entre un trabajo de salario mínimo y una renta básica, sea preferible y más rentable quedarse en casa y no madrugar.
Pero como los jóvenes no son de fiar, lo mejor es lanzar el anzuelo de la subida de pensiones. Si el uno dice que subirá el diez por ciento, el de la esquina de más allá lo doblará, aunque todos sepamos que (por favor, en mayúsculas) NO SE PUEDEN SUBIR LAS PENSIONES PORQUE ESTAMOS EN NÚMEROS ROJOS. Y es que cada vez hay más pensionistas, porque nos resistimos a morir y, además, la sanidad española es bastante eficaz, a pesar de las esperas. A finales del siglo pasado se dedicaban a pagar las pensiones menos de 50.000 millones de euros. El año pasado hubo que aportar más de 200.000 millones de euros. Y va en aumento. Y, encima, algunas pensiones están por debajo del salario mínimo. ¿Y cómo llega el dinero al pensionista? Endeudándonos. Pagando intereses por el dinero que nos prestan para pagar las pensiones. Y aún así, si el pacto de Toledo no se reanuda, los que hoy tienen 50 años cobrarán unos doscientos euros al mes cuando se jubilen, y eso exagerando.
Enterado de lo cual, todavía no tengo claro a quién votar, pero dada mi condición de jubilado, y la suerte de no haber llegado a la demencia senil, a todo político que diga que va a subir las pensiones lo votará su padre. Si es que vive el padre del mentiroso.
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