Cuando esto escribo, lo confieso, desconozco el futuro profesional, o sea político, de Inés Arrimadas. Quizá, dicen todos, se desvele este sábado, en un mitin conjunto con Albert Rivera en Madrid, si va a concurrir en las elecciones generales del 28 de abril, como cabeza de lista por Barcelona o quizá de 'número dos' por Madrid, abandonando por tanto el escaño en el inoperante Parlament catalán y su liderazgo autonómico para pasar a lidiar en el ruedo nacional.
Queda claro, en todo caso, el tirón electoral de Arrimadas, a la que no encuentro otro motivo de reproche en lo personal que el no haberse lanzado más resueltamente como alternativa a un Govern independentista, aunque coraje, lo que se dice coraje, lo haya derrochado a espuertas en un entorno más bien hostil.
Arrimadas, en Madrid o en Barcelona, en las Cortes -que tampoco han estado demasiado operativas últimamente_ o en el Legislativo catalán, es una apuesta segura. No ha faltado quien me haya susurrado que, en caso de un ‘pacto a la andaluza’, pero a nivel nacional inmediatamente después de las elecciones, la señora Arrimadas sería una buena candidata a presidir el Congreso de los Diputados o el Senado, en el caso de que decida presentarse por la Cámara Alta o por la Baja.
A esperar Veremos, porque queda mucho tiempo, o demasiado poco, según por dónde se mire, hasta ese 21 de mayo en el que se constituirán las nuevas Cortes, antes de comenzar las consultas del Rey para llegar a una investidura de un nuevo -o no_presidente del Gobierno.
Personalmente, creo que Arrimadas podría defender bien sus posiciones sobre un arreglo del problema catalán tanto en el Parlamento nacional como en el Parlament, aunque esta última institución ande como ausente. Lo que ocurre es que no estoy seguro de que estas posiciones, que son las de Rivera, y las de Pablo Casado y el PP y supongo que las de Vox, aunque poco sé de las soluciones que propugna la formación de Santiago Abascal, sean las más adecuadas para llegar a una 'conllevanza' entre Cataluña y el resto de España.
La cosa, con una campaña (ya estamos en ella, aunque no sea oficialmente) conviviendo con el 'juicio del siglo' contra los golpistas de octubre del 17, no va a ser fácil, desde luego; pero pensar que una aplicación 'dura', y quizá permanente en territorio catalán, del difuso artículo 155 de la Constitución va a arreglarlo todo es, pienso, vivir en las nubes. Ni funcionó en tiempos de Rajoy ni me parece que lo haría, menos aún, ahora.
Cataluña Así, Arrimadas es una apuesta segura, como digo... para captar votos. Pero sospecho que Ciudadanos tendría más éxito, incluso en la carrera hacia las urnas, si flexibilizase un tanto sus posiciones sobre lo que hay que hacer y no hacer en Cataluña. Me gustaría escuchar también algo de esto en el mitin de este sábado, al margen de las sorpresas que Rivera y Arrimadas nos puedan dar en relación con el porvenir de esta última, que nos atañe también, por lo que he dicho, a todos.
No conviene, en este caso, frivolizar, aunque haya ahora quien se empeñe en hacerlo en todo lo que se refiere a la vida privada del en mi opinión meritorio líder de Ciudadanos. Un partido llamado a unir más que a lo contrario. Y un hombre que, recuérdelo usted, será con bastante probabilidad cuando menos vicepresidente del próximo Gobierno de España, sea la salida una coalición de centro-derecha o de centro-izquierda.
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