Jueces roussonianos

Fermín Bocos
01:01 • 15 mar. 2019 / actualizado a las 07:00 • 15 mar. 2019

Todos los que hemos pasado por alguna Escuela Normal del Magisterio, podemos recordar, sin esfuerzo, el deslumbramiento que nos produjo el encuentro con las teorías educativas del ilustre filósofo. A temprana edad, tropezarte con una pedagogía que cree en el buen salvaje y que la educación no es sino una adulteración de la naturaleza de los seres humanos, resulta tan atrayente como deslumbrante. Luego, con ayuda de los profesores, descubrías que Rousseau partía de la premisa falsa de que todos los individuos nacen nobles, virtuosos y sin ningún egoísmo o maldad. Además, permitirle al buen salvaje -el niño- hacer todo lo que le apetezca, sin ejercer autoridad alguna sobre sus escasas capacidades, puede tener consecuencias fatales. Una niña de seis años puede estar empeñada en subirse a un árbol, pero si se cae y se queda tetrapléjica, aunque le eches la culpa a Rousseau, la niña seguirá sin levantarse y sin poder andar.


Sin embargo, algunos jueces están dispuestos a seguir la peligrosa doctrina de Juan Jacobo Rousseau, y a una mujer la han condenado a alejarse de su hijo durante dos meses, porque le dio dos bofetadas a su impertinente niño, presa de una vocación de guarro, y dispuesto a no ducharse, dijera lo que dijera su madre. El juez russoniano, espantado ante lo que él considera un peligroso maltrato infantil, ha dictado esta sentencia estupefaciente, tan legal como estúpida, y que ayudará a que se extienda una generación de niños mandarines, convencidos de que tienen todos los derechos y ninguna obligación. 


La criatura -que me imagino a estas alturas maloliente, porque seguirá sin ducharse- tiene diez años, es decir, que posee conciencia del bien y del mal, y el juez ya le ha demostrado que podrá convertirse en un delator de provecho el día de mañana, y en que posee capacidad para perseguir y atormentar a la persona que más le quiere y le querrá a lo largo de su existencia. El juez roussoniano debería ser condenado a soportar al niño, y así comprobaríamos la capacidad de aguante del magistrado.






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