Una norma básica del periodismo es distinguir entre opinión e información. Y otra debería ser, pero no es, limitar al máximo las fuentes anónimas. El recurso a las fuentes de información de procedencia no especificada es indispensable en determinados casos para hacer un buen reportaje. Muchas personas no desvelarían ciertos secretos que a la opinión pública interesa conocer si previamente no se les garantizara la confidencialidad de la procedencia. Nadie duda de que la fuente de la información que ha sacado a la luz el Caso Gürtel, sobre la financiación irregular del Partido Popular, no habría surgido del interior del propio PP si antes no se le hubiera garantizado su confidencialidad.
Pero una cosa es el uso esporádico de una fuente anónima y otra bien distinta es convertir el anonimato en canal habitual de información. Los libros de estilo de los medios y los defensores de los usuarios insisten en que deben limitarse al máximo las informaciones basadas en fuentes no identificadas, reservándolas para reportajes de gran envergadura. En el año 2003, ‘The New York Times’ tuvo que despedir a su reportero estrella Jayson Blair tras descubrir que durante 10 años había estado publicando reportajes inventados. Y, más recientemente, el semanario alemán ‘Der Spiegel’ ha hecho lo mismo con Claas Relotius, uno de sus reporteros más famosos, por publicar una serie de reportajes en los que se ha inventado fuentes, hechos, testimonios y hasta paisajes. Precisamente ha sido el periodista de Huércal-Overa Juan Moreno quien ha descubierto las falsedades del laureado periodista, que ahora se ha visto obligado a devolver todos los galardones recibidos.
La aparición, en los últimos años, de cientos, cuando no miles, de medios digitales ha traído consigo un empobrecimiento de la calidad periodística, de tal manera que resulta necesario pasar por la criba de la presumible realidad cualquier artículo para saber si se trata de una información veraz o es simplemente una noticia falsa, una “fake news”. Crónicas informativas con abundantes testimonios se escriben hoy desde una mesa de redacción –o una mesa de comedor- sin pisar la calle y sin ni siquiera descolgar un teléfono. Vivimos en la era de la información inventada con apariencia de realidad.
Esta semana, el periódico ‘Abc’ se ha descolgado con una de esas informaciones que tienen todos los visos para creer que ha sido inventada desde el principio hasta el final. ¿La fuente de información? Lo típico: “Sectores del Partido Socialista de Andalucía”, “fuentes directas del partido”, “un grupo de grandes pesos pesados del socialismo andaluz”, “figuras históricas del partido”, “antiguos cargos de alta responsabilidad”, “fuentes consultadas”, “fuentes directas que están promoviendo la separación de Ferraz”, “una pléyade de referentes socialistas”…. Ni un nombre ni un apellido. No hay fuente. Puro invento. Fake News.
Dice el periódico que miembros del Partido Socialista en Andalucía “están planteando lanzar un órdago a la dirección federal en plena carrera electoral para el 28-A, después de que Pedro Sánchez haya intervenido en las listas andaluzas para imponer a los suyos en los puestos de salida en contra de los acuerdos de la militancia”. Ese órdago se traduciría en impulsar una iniciativa en el PSOE andaluz para dotarlo del “mismo estatus que actualmente tiene el PSC en Cataluña, es decir, se crearía un nuevo partido autónomo, asociado al PSOE nacional, pero con órgano gestor y financiación independiente”. La crónica periodística está bien montada, pero tiene menos credibilidad que los reportajes de Claas Relotius en ‘Der Spiegel’.
El socialismo en Andalucía no ha pivotado siempre sobre la única marca del PSOE. El PSA (Partido Socialista de Andalucía), después PA (Partido Andalucista), de Rojas Marcos, fue en su origen un partido socialdemócrata. El otro PSA, el de Pedro Pacheco, también estaba teñido de socialismo, y algunos cargos públicos socialistas abandonaron el PSOE para incorporarse a este nuevo proyecto. En la provincia de Almería, Cristóbal García Granados, alcalde de Arboleas, lo fue primero por el PSOE, después por el PSA y ahora, de nuevo, por el PSOE. Su vecino el concejal de Albox Paco Pérez Conchillo hizo el mismo itinerario político. Pero una cuestión es apuntarse a un partido socialista ajeno al PSOE y otra distinta es transformar al PSOE de Andalucía, que es una federación socialista orgánicamente dependiente del PSOE, en una organización política independiente al margen del socialismo oficial y en similitud con el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), un partido con identidad propia. Esto es imposible y nadie ha movido un esparto por llevarlo a cabo. Porque sería un proyecto frustrado. A pesar de las inventivas de ‘Abc’. Bastante tiene Podemos con el lío de sus ‘mareas’ para inventarse ahora las ‘mareas socialistas’.
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