La anacrónica reclamación del Presidente de Méjico Andrés Manuel López Obrador emplazando al Rey Felipe VI para que España pida perdón por la Conquista, no es de recibo. También envió al Papa una carta con parecida exigencia en relación con aquellos hechos acaecidos hace quinientos años.
López Obrador -nieto, por cierto, de un emigrante español, un cántabro de Ampuero- cuando tomó posesión del cargo se hizo acompañar de representantes de 68 pueblos originarios de Méjico. La mejor prueba de que los conquistadores españoles no perpetraron el exterminio de los habitantes precolombinos que habitaban aquel territorio es que en la actualidad cerca de un tercio de la población del país es indígena. No podría decirse otro tanto de los EE.UU. donde los descendientes de las diferentes naciones indias son minoría.
López Obrador llegó al poder tras una larga travesía política y llegó prometiendo lo que no va a poder cumplir. Por eso necesita crear un escenario para distraer la atención de la opinión pública. Méjico es en parte un Estado fallido. Tiene cerca de la mitad de la población (55 millones de personas) en la pobreza y sin expectativas de mejora. Un país en el que en 2017 fueron asesinadas 28.866 personas y en 2018 se cometieron otros 33.341 homicidios. La cifra de asesinatos más alta desde que comenzaron los registros en 1997 y sin horizonte de disminución. Al contrario, los carteles de narcotraficantes imponen su ley y la policía está infiltrada hasta tal punto que cuando las autoridades judiciales van a por algún capo tienen que echar mano de los soldados de la Marina porque no se fían de los cuerpos policiales.
López Obrador pone en pie el alegato indigenista para crear una enorme y anacrónica cortina de humo. Los expertos que se han ocupado de estudiar la historia de la llegado de Hernán Cortés han descrito la Conquista como el resultado de una acción militar que nunca habría podido culminar con éxito de no haber contado los españoles con el auxilio de los miles de indios de diferentes pueblos que aprovecharon la llegada de los europeos para sacudirse el yugo de los aztecas. Pueblo, éste que, por cierto, practicaba el canibalismo. Tras independizarse Méjico de la Corona Española, fue la burguesía criolla que se hizo con el poder quien arrinconó a los pueblos indígenas arrebatándoles sus tierras. López Obrador está casado con Beatriz Gutiérrez, historiadora y periodista especializada en temas indigenistas. Parece que es ella quien orienta el anacrónico discurso del presidente en esta materia. Una cortina de humo.
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