Policía "patriótica", dice el cuento que escandaliza estos días a la opinión pública española. Y da vergüenza que ese adjetivo venga cosido a unas prácticas reñidas con el patriotismo bien entendido en el seno de una institución respetable como las Fuerzas de Seguridad del Estado.
También sonroja lo que nos sale al paso si bajamos a los detalles sobre siete agentes, cinco de ellos ya jubilados, bajo fundada sospecha de haber perpetrado operaciones urdidas para perjudicar a partidos soberanistas de Cataluña, a la organización de Podemos (informe Pisa) al ex tesorero del PP, Luis Bárcenas (operación Kitchen) y alguna otra de la que quizás no nos hemos enterado.
Esta página negra de guerra sucia en nombre de intereses políticos del partido en el poder, sin embargo, también da ocasión para alegrarse de que no vaya a cerrarse sin la exigencia de responsabilidades. Empezando por las judiciales, en la pieza separada abierta por el juez García Castellón, por el espionaje a Podemos, dentro del sumario sobre las actividades ilegales del ex comisario Villarejo.
Menos esperanzas tenemos de las consecuencias del escándalo en el terreno político, donde solamente los dirigentes de Podemos parecen habérselo tomado en serio.
Contra esas acusaciones, en el sentido de que las "cloacas" del Estado seguían existiendo en el Gobierno de Pedro Sánchez, el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska ha declarado públicamente que desde que asumió el cargo se tomaron firmes medidas para desmontar esa llamada "brigada patriótica" que habría tenido su época más activa con Jorge Fernández Díaz al frente del Ministerio del Interior.
¿Hay que creer al ministro Marlaska? Hay que creer que es sincero cuando sostiene que eso ha sido desmontado. Pero se hace cuesta arriba poner la mano en el fuego a la hora de negar que esas tramas sigan existiendo. Nadie puede asegurar que una estructura opaca no existe. Precisamente por ser opaca, lo cual está en la propia naturaleza de este tipo de grupos, porque sus creadores no van por ahí enseñando los planos de semejantes estructuras ideadas para la intoxicación, la generación de bulos contra el adversario político, la creación de pruebas falsas, etc. Nadie pregona actividades ideadas para actual al margen de la ley o de juego limpio.
Pero tampoco convierte en irremediablemente virtuosas a las victimas. Dicho sea por el empeño de Iglesias Turrion, líder de Podemos, en relacionar el declive de su partido con el hecho de haber sido objeto de las malas practicas policiales.
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