El martes 2 oí en la radio que, en Barcelona, un vecino halló a una señora que llevaba muerta ocho años en su casa. Y dedujo la muerte porque no se había movido nada (contadores de luz, agua, teléfono, etc.) en la vivienda de la anciana. En esencia, porque como dice Maurizio de Giovanni, la señora vivió “una vejez hecha de nada y de ninguno”.
No me asombró: antes, las comunidades de vecinos eran eso, comunidad, que supone vivir –e incluso soportarse- en común. Hoy, por el contrario, con los telefoninos y las redes sociales se llega al extremo que define Murakami de “viejos que se pudren de soledad”. Ahora, los edificios crecen a lo alto hasta convertirse en “un bosque de columnas grises / con espacios cúbicos / para engendrar los seres”, como con amargura escribe Fernández Revuelta. Debería yo haberme horrorizado, tal vez no por la muerte en sí de la anciana, a la que de nada conocía, sino por la inmensidad que esa muerte significa.
También me pareció oír que, en España, hay seis millones y medio de viviendas ocupadas por una sola persona, es decir, por la soledad, que marca el estilo de nuestra (no)convivencia, lo que han dado en llamar familias monoparentales. Incluso de pueblos enteros del interior en los ¿qué, sino soledad, es el abandono de sus gentes? Y se me ocurre no sé si una paradoja, un contrasentido o un esperpento: con España e Italia despobladas y medio vacías, sin embargo tenemos cuatro reyes y, en El Vaticano, dos Papas. Pero hay más: como la tierra es un ser vivo, que amenaza con su muerte por abandono de quienes crecieron en ella y vivieron de la misma, Comarcas que viven –o malviven- en una vida de silencio, de soledad, de asfixiantes días sin color, de soledad, de muerte.
El Padre Ángel, fundador de “Mensajeros de la Paz” y creador de numerosas casas de acogida –incluso la iglesia entera de San Antón- afirma que “la soledad causa más muertes que las enfermedades, que los accidentes de tráfico... Es una de las peores calamidades que hay, mucho peor que el cáncer, que el sida... Hay que evitar la soledad.”
Y yo le preguntaría ¿cómo? Y tal vez la respuesta no me la daría él sino, a sensu contrario, Lucía di Dona, quien afirma que la soledad no es estar solo, sino amar inútilmente. El amor, pues, es la solución de muchos de los males del mundo. ¡Oh, el amor! Camilo José Cela dice que “el amor es necesario para permitir que huya de las conciencias el fantasma de la soledad y a veces pienso que, cuando el amor vuelve la espalda al hombre o a la mujer, quizá pueda acompañadora: el vicio, por ejemplo; o el afán de mando, o la persecución de la riqueza. Es muy peligroso deshabitar al individuo y dejarle con el corazón y las entrañas a merced del vendaval”.
Yo, cuando estoy bien de salud, vivo solo en Almería – (-cómo la echo de menos!- pero, a raíz del diagnóstico de un cáncer, que me estoy tratando en Madrid, Anna María, mi novia durante ocho años, mi mujer durante veintiocho, y divorciados amistosamente, desde el último día del siglo XX, ha hecho que a mí, a mis hijos y al bárbaro felizote y risotón de Alejandro, nuestro nieto menor, nos habite su amistad, y nos ha recogido inexcusablemente en su casa, como si viviéramos un síndrome de Diógenes familiar. Y es increíble sentirse querido y poder querer yo, y pasar los que pueden ser los últimos días de mi vida, rodeado de cariño y sin dramas.
Y, esa hospitalidad de Anna María es otra paradoja, para mí mucho más hermosa que la de los dos Papas y los cuatro Reyes.
Y es que la vida se está convirtiendo en una paradoja: la paradoja de la incomunicación de una sociedad hipercomunicada, y dejo que la defina Riccardo MUtti, el sabio y sensible Director de orquesta napolitano, dueño de la armonía: “la hipercomunicación ha malogrado la comunicación. Los humanos no hablan ys entre sí. Nuestro instrumento totémico de comunicación es el smartphone. Ha desaparecido el diálogo, y el diálogo es la forma absoluta de crecimiento, de madurez. Cuando yo era joven se requerían meses para conquistar a una joven: cortejo, miradas, lenguaje entre líneas, encuentros furtivos, lluvia, espera… Y a lo mejor había suerte y te confortaba una respuesta. Hoy se manda un sms. Y el sms se apocopa incluso, sacrificando el lenguaje, simplificando el diálogo. Ni si siquiera se dice “ti amo”. Se pone “ta” y basta. Estamos aniquilando el lenguaje, la dramaturgia que se requiere para evolucionar. Estamos acabando con la dialéctica. Hemos dejado de darnos explicaciones, incluso en la ruptura de una relación sentimental. La vileza de esconderse en un sms intoxica los vínculos. El empobrecimiento de la lengua es el empobrecimiento del diálogo y de la dialéctica. El mundo se relaciona con 100 palabras inglesas mal escritas. Esta es la tragedia de la que no parecemos percatarnos. La comunicación se ha convertido en una simplificación”
Creo que no podemos resignarnos, que tenemos en nuestro corazón la solución. En mi película “A-Z”, el protagonista, en un momento dado, se dirige al espectador y le dice: “Adentro. Adentro. Busca en tí mismo. La verdad empieza en tu propio mundo. Adentro. El mundo empieza bajo el velo de tu propia piel. No tiendas hacia fuera tus manos. Tu eres el horizonte recogido...” Hoy, diría, justamente, todo lo contrario: desnúdate, despelléjate, sal de tu piel, vuela, vive, siente frío y calor, mójate en el río de la vida, métete en el pantano... porque vivir parado, aislado, es hacer oposiciones a ver “cómo se viene la muerte /tan callando”.
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