Tradiciones

JJ Fuentes
11:00 • 10 abr. 2019

Como todos los años por estas fechas, se acerca la Semana Santa y, con ella, un inconmensurable y violento torrente de insultos y desprecio hacia esta bendita tradición, por parte de cierto sector de la sociedad que no la ve con muy buenos ojos. A título personal, creo que estamos llegando a un punto en el que la demencia se ha apropiado de ciertas personas que aprovechan hasta el más mínimo resquicio para atacar sin mucho sentido a nuestra cultura, tradición y nuestro patrimonio. Diría que son ataques por vicio, puesto que en la gran mayoría de los casos no tienen fundamento alguno.


Deberíamos de valorar la calidad artística de las obras, su antigüedad, su contexto histórico, valor patrimonial, autor… ¡Pero no! Para algunos solo son unos trozos de madera que cuatro locos sacan a pasear durante unos días al año, además de dinero malgastado en restauración de las obras y en ayudas. ¡Qué gran error! La Semana Santa, guste o no, es una parte indispensable de nuestra cultura, lo que la hace totalmente imprescindible para seguir manteniendo nuestros principios culturales y patrimoniales heredados desde hace tanto tiempo. Es un pequeño museo andante que sale de forma anual a la calle para que todos podamos disfrutarlo. 


Por otra parte, a mí me parece admirable la capacidad de sacrifico de tanta gente durante todo el año en cuanto a ensayos, dinero gastado en vestimentas y, sobretodo, por su fe. ¿Hay algún trápala que se aprovecha de la situación? Pues seguro que sí, como en todo en la vida, pero no por ello debemos de ajusticiar a la buena gente que pone su tiempo y esfuerzo a disposición de su fe. Las Hermandades, Cofradías y Procesiones dan color a la primavera almeriense, otra tanta gente es feliz con ello, y yo no podría imaginarme un solo año sin la Semana Santa con todo lo que conlleva: Gastronomía, días festivos, reuniones familiares, viajes… A veces debemos disfrutar de lo que tenemos y no criticarlo sin razón real alguna. 



La Semana Santa hace feliz a mucha gente y, solo por eso, ya merece un respeto. Y quien no lo quiera ver, ¡que se coma un rosco!





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