Caminos de ida y vuelta

José Luis Masegosa
07:00 • 03 jun. 2019

Siempre recuerda las noches que anunciaban la aurora boreal tras los recortes de las sierras. Quedan en los lejanos recovecos de la memoria de infancia los comentarios y habladurías de los supuestos y desconocidos resplandores que constituyeron una constante preocupación de sus abuelos y de sus padres; de cuando los años de guerra que hicieron de los montes refugio seguro de  persecuciones e injusticias. Rumores temerosos, cuchicheos en voz baja, incertidumbres que hablaban de los reflejos en el cielo de un Madrid en llamas. Nunca llegó la aurora a los despiertos ojos del niño Estanislao Garzón, hijo y nieto de pastores, destetado de su madre casi a la par que los cabritos que pocos años después, con tan solo seis, sacaba de la majada y cuidaba entre aliagas y encinas. 


Ulula el viento del Sur en esta primavera atardecida que riega  los colores de la naturaleza con una paleta de verde verde,  ocres, pardos y amarillos somnolientos. Ahora que las veteranas neuronas rememoran otros tiempos, su descendencia anda estos días la ruta de la trashumancia por las tierras del Guadarrama, por las riberas del Duero,  del Pisuerga, por los páramos palentinos de Carrión, camino de los Picos de Europa, donde el  rebaño se proveerá de pastos durante una larga temporada. Los mismos hábitos, las mismas rutas de la familia de pastores trashumantes que se dividió en dos ramas, una se trasladó a las Bardenas y la otra a Sanabria, en Zamora, lugar de procedencia de sus progenitores directos que se asentaron bajo aparcería en un cortijo del municipio de  María.


 La saga familiar mantiene la ancestral tradición de la ganadería extensiva, una actividad que la Asociación Trashumancia y Naturaleza quiere potenciar, dados los muchos beneficios que proporciona a la sociedad,  tras haber logrado notables logros con la Ley de Vías Pecuarias, una normativa que ha dotado a  nuestro país de 125.000 kilómetros de estas vías, entre cañadas reales, cordales y veredas, y 420.000 hectáreas de superficie protegida. Sin embargo, el sector vive una verdadera tragedia por la falta de oficio, pues a pesar de los esfuerzos realizados por parte de algunas  Autonomías, no hay pastores. La carencia es tal, que no resulta extraño encontrar anuncios que demandan zagales de diferentes países y procedencias, sobre todo del continente africano. Entre otras muchas ventajas, la ganadería extensiva y trashumante facilita el traslado de semillas en la lana de las ovejas y en sus propios excrementos –“los cardos y los espinos van cardando a su paso la lana de los rebaños merinos”- , además  constituye un factor fundamental para evitar la erosión, adaptarse al cambio climático y facilitar la acumulación de agua; en definitiva, interviene de forma rentable y sostenible en la conservación de los ecosistemas a largo plazo.



La Asociación Trashumancia y Naturaleza pretende que se establezca un programa de formación para niños y jóvenes que quieran ser pastores, un oficio sostenible y de alta calidad, vinculado a la conservación de la naturaleza, a la gestión del territorio y a evitar la despoblación de nuestros núcleos rurales. Una profesión que, no obstante, exige vocación pero que tiene adeptos en una época donde la alta velocidad y las prisas dirigen nuestras vidas, en un tiempo donde aún se puede hacer camino como Juan Ramón Jiménez: “Andando, andando/Que quiero oír cada grano/ de la arena que voy pisando...Andando/ dejad atrás los caballos/ que yo quiero llegar tardando/ (andando, andando)/dar mi alma a cada grano/ de la tierra que voy rozando”. Andando, andando, con los pastores trashumantes.





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