En las últimas cuarenta y ocho horas se han multiplicado los motivos para suponer que en Moncloa priorizan la conquista de la gobernabilidad del país por encima de otras consideraciones. Por encima sobre todo de las que apuntan a la conquista de avances propios de la izquierda en materia social. Así planteado, el dilema de Pedro Sánchez es: ¿Gobierno progresista con socio inestable a su izquierda o Gobierno estable con socio a su derecha?
Quien lo ha percibido con más claridad es Pablo Echenique, al decir en voz alta lo que su jefe, Iglesias Turrión, empecinado en pisar moqueta ministerial, se resiste a admitir: "Está claro que el PSOE prefiere gobernar con Ciudadanos, e incluso con aportaciones del PP", decía este jueves el ya cesado secretario de Organización de Podemos.
En paralelo se enturbiaban las negociaciones madrileñas entre el PP y Ciudadanos, que parecían encarriladas hacia un consistorio municipal presidido por José Luis Martínez Almeida (PP), en alianza con Cs y Vox. Pero de pronto ha emergido la candidatura de Begoña Villacís (Cs), sin Vox y con la eventual complicidad de los socialistas.
Por su parte, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y otros dirigentes socialistas, han dejado de hablar de Unidas Podemos como "socio preferente", una coletilla que colgaba siempre del anunciado modelo de gobierno para España: "Monocolor, progresista, de relaciones abiertas y con Podemos de socio preferente", se hartaron de decir tras las elecciones del 28 de abril. Pues lo de "preferente" se ha caído.
Los dirigentes de Cs a su vez, han desalojado de su discurso la insidiosa diferenciación entre socialismo y sanchismo, de modo que decían sí al PSOE pero no a Sánchez, como si se pudiera distinguir entre los goles que marcan al equipo de los que marcan a su portero. Al final, las mismas rayas rojas que en el PSOE: ni independentistas catalanes ni ultraderechistas de Vox.
Detrás de todo eso datos late la conclusión que debe haber abrazado el equipo de Pedro Sánchez sobre la necesidad de evitar a toda costa una situación de bloqueo como la que degradó la vida política tras las elecciones de diciembre de 2015. España no se lo puede permitir. Y el propio Pedro Sánchez debe estar persuadido a estas horas de que cuatro años más de semiparálisis institucional serían insoportables.
Ya se había empezado a detectar en las recurrentes declaraciones públicas del ministro Ábalos cuando braceaba entre cámaras y micrófonos ante la pregunta referida al modelo del Gobierno "socialista sí o sí" (Sánchez dixit).
Gobierno progresista, sí, pero sobre todo, Gobierno estable.
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