Más que sorpresa odios sarracenos en algunos municipios

Juan Torrijos
23:18 • 17 jun. 2019 / actualizado a las 07:00 • 18 jun. 2019

Estamos ante políticos a los que sus municipios y sus gentes les importan un pimiento, nos referimos a lo ocurrido el pasado sábado en Carboneras y en Felix con la investidura de sus nuevos alcaldes. En estos dos ayuntamientos se han enfrentado las más innobles de las venganzas humanas, llegando al odio sarraceno entre algunos de sus protagonistas. No puede decir a partir de ahora Baldomero Martínez de Felix que él pone el interés de los vecinos de su pueblo por encima de sus propios intereses. Ha sido el odio a Manolo Flores lo que le ha llevado a pactar y votar con el enemigo de siempre del PP. Lo que no tendría mayor importancia si no fuera porque con ese pacto Baldomero castiga y se venga de un hombre que le ha servido durante unos años y que tras la nefasta política llevada a cabo en este pueblo por parte de Gabriel Amat y Javier Aureliano, decidió jugar su baza en solitario, ganando las elecciones. Un error del PP en Vícar le hizo perder aquella alcaldía hace más de una década, que no le ocurra igual en el futuro con Felix, se lo han ganado a pulso. En los pueblos no se perdonan esos odios, esas venganzas sarracenas, a esos políticos vergonzantes que ponen sus pequeños y nauseabundos intereses por encima de los de los vecinos. En Carboneras ha ocurrido algo parecido, Salvador Hernández ha preferido que gobierne el PSOE antes que votar al hombre que consiguió más votos que él, y todo ello por venganza. Cayuela le traicionó, según Hernández, y por encima de su cadáver político no conseguía el hombre de los caracoles volver a ser alcalde. La rabia de los seres humanos, la maldad intrínseca que nos emponzoña el alma en más de una ocasión ha tenido su presencia en estos municipios almerienses a la hora de nombrar alcaldes. Los humanos somos así. Los demás pactos perfectos, cada uno ha defendido lo que más le interesaba, que eran ellos mismos, pero sin los odios y venganzas personales. Y como tiene que haber alguien en el lado del bien, menos mal, en Benahadux se ha demostrado que aún queda gente buena y honrada. Antonio Ros ha sufrido por parte de Amat y Aureliano toda clase de agravios durante estos años, pero Antonio no es Baldomero ni Salvador, y a la hora de votar ha preferido que la alcaldesa sea la de su antiguo partido. Él no se ha vengado. En esta película, él es el bueno.






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