Tras la investidura fallida de Pedro Sánchez, las posibilidades de que el 23 de setiembre haya gobierno en España, han entrado en la sala de espera. La incomprensible forma en que se abordaron las negociaciones con Podemos basadas en declaraciones a los medios de comunicación y presididas siempre por una monumental desconfianza mutua hace difícil pensar que esas conversaciones se puedan retomar. No es imposible - en politica nunca hay nada imposible - pero cuando se ha roto la vajilla entera resulta muy complicado pegar pieza a pieza.
El PSOE que a lo largo de los días fue flexibilizando su posición respecto a las pretensiones de Podemos, es consciente de esta dificultad pero por encima de ello está el hecho incontestable de que lo único que ha querido siempre es gobernar en solitario. La pretensión es bien legítima pero con 123 escaños sobre 350 es casi utópico.
El empeño se mantiene y ahora se ha diseñado una nueva estrategia: reuniones con diversos colectivos. Cabe preguntarse para qué. Nunca está de más escuchar y tomar nota de las propuestas que se puedan lanzar, pero los colectivos no están en el Congreso, no votan investiduras, no forma grupos parlamentarios. Se dice en medios socialistas que se trata de recoger propuestas para ofrecer a Podemos un programa de gobierno que le resulte sugestivo. ¿Son necesarios estos encuentros para esa finalidad?
Pablo Iglesias está legitimado para entender esta nueva iniciativa como una forma de presión para que se avenga a un gobierno a la portuguesa. El presidente en funciones niega que esta sea la pretensión. Entonces, ¿cuál es?. Una vez más resulta poco entendible esta maniobra cuando lo sensato, lo serio, es que ambas partes se sentaran en una mesa e intentaran partir de cero haciendo como si la vajilla no se hubiera roto.
Como en política no hay movimiento inocente y menos estando por medio la factoría de Moncloa, no hay que descartar de ninguna de las maneras que con estos encuentros, no solo se pretenda liar la madeja, sino que constituyan, en si mismos, un inicio emboscado de la propia campaña electoral que ya muchos la ven como ineludible.
A falta de información cierta de cómo se está digiriendo en la formación morada, en Podemos, la negativa rotunda de un gobierno de coalición, no hay un solo elemento que nos lleve a pensar que en setiembre va a ser posible lo que resulto fallido en Julio. La investidura fallida está hoy más fallida que hace una semana.
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