En estos momentos de incertidumbre política y social, tengo la obligación de expresar mis convicciones sin la intención de convencer, solo de razonar y poder aportar vías para el diálogo y entendimiento entre todas las ideas.
Hay que luchar contra la traición de la razón, entregada y muchas veces manipulada por los medios, a la ciudadanía. Hay que apoyar y preservar lo ordinario y común en el hombre.
Amor al saber, querer conocer y una fuerza alentadora en ese fin, que es la libertad. ¿Cuándo llegaremos a comprender esto? Verdaderamente, la formación en libertad, sin manipulaciones ni censuras, hace que el individuo posea conocimientos para poder discernir y argumentar a los demás, siempre en el respeto.
Es el momento de estar atento porque los movimientos que incitan al odio, por su condición despreciable, son más violentos que los conciliadores y pacíficos.
Nuestra sociedad se interesa muy poco por todas las expresiones políticas tan importantes en cada ciudadano.
Si no participamos de forma activa en la política, en los problemas de nuestra casa en común, poco o nada podemos exigir para erradicar las actitudes de mala gestión, corrupción, etcétera, que llevamos soportando tantos años y que se quiere difuminar por los intereses partidas de nuestro espectro político.
Cuanto más ilusa esté la ciudadanía, más sencilla resulta seducirla, engañarla. ¿No nos preguntamos hasta qué punto ha progresado el emponzoñamiento provocado por años y años de propaganda en contra de nosotros mismos? ¿Por qué se ha consentido que ese odio se haya expandido por todos los rincones de nuestro país?
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