En “Los Hechos de los Apóstoles”, San Lucas cuenta que cuando San Pablo cayó deslumbrado de su caballo a las puertas de Damasco fue atendido por un tal Judas, que lo acogió en su casa durante unos días en los que el jinete permaneció ciego y sin poder comer y beber. El pobre Pablo no se recuperaba del costalazo, pero una mañana se presentó en la casa un tipo misterioso llamado Ananías, que le impuso las manos y le devolvió la vista al instante. Esta secuencia, que en nada tiene que envidiar la narrativa de las grandes series del momento, no sólo marca el relato de la conversión más famosa de todos los tiempos, sino que nos trae ecos del proceso que está viviendo el PSOE tras haber perdido el gobierno de la Junta de Andalucía: una revelación mística que les permite ver y creer cosas que antes rechazaban. ¡Aleluya! Vean si no el ejemplo del secretario de organización socialista en Almería, Antonio Martínez, que hace unos días acusó al gobierno de la Junta (PP-CS) de dejación de funciones respecto a la limpieza de cauces y ramblas, por si algún chaparrón gordo permitiera una posterior rueda de prensa en plan “ya lo dije yo”. Pero no nos fijemos en el chunda-chunda político, sino en el venturoso prodigio que supone este giro discursivo, que deja al de Copérnico a la altura del traspiés patoso que patrocina el tercer gintonic. Y es que hace apenas un año, el entonces consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, el socialista José Fiscal, decía en unas declaraciones -recogidas por Europa Press- que la sentencia del Tribunal Supremo del 13 de diciembre de 2017 había dejado suficientemente claro que “la competencia de la limpieza de los cauces de los ríos y arroyos que discurren por zonas urbanas corresponde a los ayuntamientos y que en ningún caso se puede hablar de inactividad administrativa por parte de la Junta de Andalucía”. Bueno, pues ahora los socialistas reclaman esa limpieza a la Junta. ¡Milagro! ¡Aprended, impíos!
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