Los que hemos echado el diente hasta retorcerlo en este viejo oficio de contar cosas que pasan en Almería, recordamos con cariño la figura del gran Luis Carranza, reportero de raza que es probable que naciera ya con la cámara acoplada al hombro.
Carranza era de los que hacían que a su lado ninguna espera de rueda de prensa resultase aburrida, enlazando anécdotas y maldades con la velocidad de las balas que escuchó volar sobre su cabeza en sus años mozos, cuando hacía tándem de reportaje de guerra para TVE con Pérez Reverte. El bueno de Luis se seguía partiendo la caja cuando recordaba cómo sobornaban a base de dólares a algunos soldados o guerrilleros (según tocara el día) para que se liaran a soltar zambombazos al enemigo para que de ese modo la entradilla de Arturo micrófono en mano resultase más atractiva. “Se recrudece BUM la actividad en el frente BUM con respuesta artillera BUM al ataque de ayer noche”. Favorecer el escenario para destacar la carga del mensaje es un recurso periodístico que espanta a los insobornables de la deontología, pero igual que hace mil años no era un inconveniente para algunos viejos bribones, tampoco lo es ahora para algunos redactores jefes de esos que se empeñan en arriesgar la integridad física de sus reporteros haciéndoles conectar en directo en situaciones aventuradas: metidos en el barrizal cada vez que hay una inundación o sometidos a los rigores de la congelación cuando llegan las primeras nieves.
Una cosa es que los periodistas sean increpados o escupidos por manifestantes cafres cuando están haciendo su trabajo y otra que se vean llevados al umbral del percance para adornar una intervención que perfectamente podría hacerse desde un sitio. El otro día, todos pudimos ver a un reportero a punto de ser arrastrado por las aguas desbordadas en una de esas conexiones que ilustran las informaciones del temporal. Esperemos que no sea necesaria una desgracia para recuperar el sentido común.
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